domingo, 19 de junio de 2011

El autor del 'Soy cordobés' que abrió las puertas del Falla

CARNAVAL HUELVA / CARNAVAL COLOMBINO "Por Blas Miguel Hernández"
 Rafael Castro Pérez vino al mundo en Espejo, en el seno de una familia humilde; con 8 años ya componía letras para chirigotas, y con 81 sigue paseando el nombre de Córdoba con orgullo.

Los puretas estravagantes

   Corría el año 1929, el de la quiebra de la bolsa de Nueva York que repercutió en todo el mundo, el de la dictadura de Primo de Rivera, reinando Alfonso XIII, el de la Exposición Ibero Americana de Sevilla, y el del sorteo de la Lotería de Navidad que dejó el premio gordo de 15 millones de pesetas en Zaragoza, aunque en la prensa local aparecían retratados y felices con su puro los cordobeses Amador Pérez y Patricio Hidalgo, agraciados con el tercer premio comprado en Sevilla adonde viajaron para ver la Expo, y que suponía 22.500 duros al primero y 25.000 al segundo. Mientras, la puerta del Gran Teatro lucía sus típicas pizarras-noticiero en donde, en este caso, se iban apuntando los números que, vía telefónica, llegaban desde el Palacio de la Moneda de Madrid.

   A 33 kilómetros de la capital, en Espejo, ese 21 de diciembre de 1929 la egabrense e hija del Jefe de Peones Camineros de la zona Antonia Pérez Corpas alumbraba la quinta criatura de su matrimonio con el zapatero espejeño Rafael Castro López; y le pusieron de nombre Rafael. Antes habían nacido Manuela, Teresa, Elisa y Antonia Castro Pérez. El chiquillo sintió desde pequeño la llamada de la música, probablemente porque ya desde la cuna oía cantar a los padres. Sin embargo, Rafael Castro trabajó en la zapatería paterna hasta los 12 ó 13 años, pero ya con 8 componía letras para las chirigotas de su pueblo y a los 18 villancicos.

   A principios de los años 40 la familia se traslada a la capital y se establece en Cañero. El joven, que luego se convertiría en un afamado compositor, hizo el servicio militar en Santa Cruz de Tenerife, ciudad en la que pudo haberse quedado trabajando en su Banda de Música; pero pudo más su ya desmedido amor por Córdoba y hasta aquí regresó. Con 20 años quedó huérfano de padre y a los 23 se enamoró de su mujer, la cordobesa Claudia (Claudinet) Estévez Rodríguez, con quien contrajo matrimonio, en la iglesia de los Olivos Borrachos, un 7 de marzo de 1959. Hoy es la madre de sus hijos Rafael, Margarita y María de los Ángeles.

   La primera vez que Rafael se subió a un escenario fue al del Duque de Rivas, en "un atrevimiento mío de hacer una chirigota" dice él. Corría el año 62 del siglo pasado y el Carnaval estaba prohibido, así que, formando parte de Los Caballeros Ché-Ché (la primera chirigota a la que puso nombre y dirigió), "nos metíamos en peñas, en casas particulares…". Aunque ya en los años 50 corría delante de la policía por la calle Montero, cantando él solo sus coplillas sin acompañamiento musical alguno.

   En 1966 compone su celebérrimo pasodoble Soy cordobés, auténtico himno de esta ciudad conocido nacional e internacionalmente. Por aquella época Rafael Castro ya trabajaba en la popularmente llamada La Letro, en la que permaneció casi durante 40 años compaginando esa obligación con la devoción musical. Para entonces las actuaciones en el Falla las oía comentadas por Salvador Carrasco en la emisora La Voz de Andalucía, y soñaba con ir algún día allí. No tardó mucho en hacerlo, ya que al año siguiente, 1967, el tren correo ponía rumbo a Cádiz y en él iban Los Scocíos, dirigidos por Rafael. Se alzaron con el primer premio de chirigotas, entonces llamado Premio Especial (era la vez primera que se concedía a una chirigota no gaditana), cuando el Carnaval se llamaba Fiestas Típicas Gaditanas. José León de Carranza Gómez-Pablos, el alcalde de aquella ciudad, le dijo "¿Pero ustedes saben donde se han metido?", y Rafael le contestó :"Pues sí señor, nos hemos metido en Cái, y como no hemos venido a pelearnos con nadie que hemos venido a cantar…". La noticia del éxito obtenido llegó pronto a Córdoba, que se llenó de pancartas saludando a Los Scocíos desde la Electromecánicas hasta la antigua estación. Hasta allí hicieron desplazarse, para darles la bienvenida, a la corporación municipal en pleno, presidida por Antonio Guzmán Reina, y al Centro Filarmónico Eduardo Lucena, al que Rafael Castro pertenecía como tenor.

   En 1968 vuelve a Cádiz con Rafalito y sus Apaches, al año siguiente lo hará con Los de Sierra Morena y, en 1970, última fecha en que viajará al Falla concursando, será con Los Caballeros Ché-Ché, germen del mítico grupo Los de Sierra Morena que desde 1970 a 1994 hizo historia en la música tanto en España como fuera de ella. También dirigió y puso nombre en 1969 a Los Bandoleros, y en 1970 a Los Puretas Estravagantes, grupos todos a caballo entre la chirigota y la comparsa, como le gusta decir.

   Rafael Castro entró a los 49 años en el Conservatorio de Córdoba, aunque cuando lo hizo tenía ya compuestas más de 500 canciones. En la actualidad tiene registradas cerca de 900 letras. El poeta que admira y se mira en el espejo de García Lorca y Paco Alba, bebe del pueblo y se siente más coplero que flamenco, a pesar de sus apreciadas composiciones de bulerías o fandangos.

   Desde junio de 1995 tiene calle en Córdoba y, en su honor, el inolvidable Miguel Villar Morales, Miguelito, bautizó como scocío a un plato de pescado adobado al más puro estilo cordobés.

Fuente: Matilde Cabello / diariodecordoba.es

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