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martes, 13 de marzo de 2012

CUARTO DE ENSAYOS

II CERTAMEN LITERARIO DEL CARNAVAL COLOMBINO

1º PREMIO CATEGORIA ADULTOS



Seudónimo: Yonuba
Autor: José García García
Localidad: Isla Cristina (Huelva)


   Detrás de cada carnavalero, sea comparsista, chirigotero o cuartetero, casi siempre existe una mujer; que durante todo el otoño y la primera mitad del invierno ve como su marido, su novio, su pareja o su compañero sentimental acude a ese ritual diario que es el ensayo de las agrupaciones.

   El en ese templo sagrado que puede ser una peña, un local alquilado, un garaje prestado o un almacén a las afueras, se reúne con un grupo de compañeros para poner notas y letras a los acordes de una presentación, de un pasodoble, de un cuplés y de un popurrit; e intentan identificarse lo más fiel posible al personaje que cada año les toca representar.

   Mientras tanto ella, en la soledad de su casa; preparando la cena, bañando o acostando a sus hijos, saliendo de marcha junto con sus amigas, perdiendo la vista a cada aguja enhebrada; espera impaciente la llegada de su esposo y conoce por su expresión por la expresión de su cara como ha ido el sacramento del ensayo en esa religión sagrada que es el carnaval.

   Pero a veces cuando carnavalero y mujer, en ese escenario donde nadie los ve; en esas tablas del teatro de la intimidad, cierran el telón y cada noche, si el guión y el tipo lo exige, continúan con los ensayos para que en Febrero un jurado implacable le ponga la máxima nota en el apartado de expresión corporal.

   Cuando Pedro, el director de la chirigota, una vez que había terminado el carnaval, reunió al grupo para preguntarle si contaba con ellos para el próximo año; a excepción de Pepe “El caja” que debido a que su nuevo horario laboral le impedía continuar, todos dijeron que sí. Por eso Sergio nada más que tuvo que levantar la mano y asentir con la cabeza.

   Aunque ellos no eran una de las agrupaciones punteras del carnaval colombino siempre estaba “en la pomada”; pues pasaban con facilidad las preliminares, hacían un buen papel en las semifinales e incluso en más de una ocasión habían estado presente en la final; lo cual hacía que año tras año él se sintiera orgulloso de pisar las tablas del Gran Teatro.

   Nadie quiso preguntarle a Pedro sobre el tipo que había pensado; no obstante, cuando éste vio que no había más deserciones que la prevista, se dirigió a los presentes diciéndoles:
-La agrupación para el año que viene se va a llamar “Las Frutas del Bosque”.
-Eso de los yogures de distintos sabores, ya han salido en Cádiz.-murmuró Juan “el alto”.

   Al oír aquel comentario, Sergio observó como algunos de la camarilla del director sonrieron de forma sibilina, por lo que se abstuvo de preguntar y al comprobar que no había más asuntos que tratar se dirigió hacia su casa.
-¿Qué?, ¿Para el próximo año de qué vais a salir?.- Le preguntó nada más verlo llegar María, su esposa.
-No sé, por lo que allí se ha comentado vamos a salir de frutas del bosque.
-Puf, ¡Con ese nombre a las primeras de cambio estáis eliminados!.- Exclamó ésta.

   Habían transcurrido más de siete meses desde aquella reunión cuando fue citado a lo que más que a un primer ensayo, resultó ser un encuentro de amigos; pues todos pusieron cinco euros y tuvieron que traer un plato preparado de casa. Allí, en aquel garaje, acondicionado como local de ensayo, hicieron un gran “pitisco”, mientras que Pedro y Manuel, “el guitarra”, tocaban los acordes de la música del pasodoble y de la presentación para posteriormente distribuir a todos los componentes unos folios con fotocopia de la letra.

   Nada más leer la primera cuarteta de la presentación el rostro de Sergio era todo un poema, ya que el nombre de la chirigota no tenía nada que ver con frutas, ni con yogures ni nada referido al boque: sino que hacía mención a unas chicas de alterne de un conocido prostíbulo; quizás fue por ello y observando el director la cara que se les había quedado no sólo a él sino a algunos más de los componentes, se dirigió a todos puntualizando:
- Señores es un tema complicado, por lo que a partir de hoy vamos a intentarlo a tratarlo con delicadeza y no caer en lo chabacano ni en lo grotesco!, ¡Por eso os pido mesura en los gestos y como iréis comprobando no va a ver siquiera una palabra malsonantes en todo nuestro repertorio!.

   De vuelta a casa no sabía como explicarle a María el personaje que iba a encamar, porque ni el mismo, con tres cervezas y dos cubatas bebidos, no se veía vestido de aquellas señoritas de la vida y mucho menos de afeitarse aquella barba que desde hacia años iban en consonancia con su personalidad.
-¡De puta!. - Exclamó nada más entrar por aquella puerta que su mujer le había abierto.
-¿Qué dices José María!, ¿Estás borracho o qué?
- ¡Nada que este año vamos a salir de putas!, ¡Que lo de las Frutas del Bosque era una patraña!.

   María lo atrajo hacia sí y le buscó los labios. Lentamente le fue quitando su jersey, su camisa, su pantalón, su slip… hasta dejarlo totalmente desnudo. Luego se arrodilló delante de él buscando su erguida espada, la cual se la introdujo en la vaina de su boca a ritmo de pasacalle.
-¡Si tú no sabes, te enseñaré yo!.-le susurró al oído mientras que él se retorcía en el nirvana del espasmo.

   Sergio llevaba más de ocho años casado y fue el primer hombre en la vida de su mujer; de ahí su sorpresa con el comportamiento de María aquella noche, ya que ella era una persona bastante recatada en los temas íntimos hasta el punto que a veces le daba vergüenza ducharse delante de él. Por eso su extrañeza ante aquella reacción, la cual le afectó tanto que antes de que sonara el reloj para ir al trabajo, ya estaba despierto y sin apenas hacer ruido cogió la fiambrera que María le había preparado y se marchó a realizar su peonada de albañil a una urbanización de Mazagón.

   A su regreso, su mujer no estaba en casa y después de ducharse, antes de que dieran las nueve de la noche estaba de nuevo en el local de ensayo.

   Aún no había aparecido ninguno de los componentes de la agrupación. Tan sólo en el local se encontraban Pedro y el guitarra, que ensayaban unos acordes del punteo que precedían al popurrit y fue por ello cuando el director, haciendo un receso lo cogió del brazo y se lo llevó a una esquina:
-Perdóname Sergio, pero ya sabes como son las mujeres: ¡Antes que ayer os dijera a todos de qué íbamos, mí esposa vio a la tuya y le “largó” que íbamos de putas!.
-¡No tiene importancia!.-le respondió sonrojado.
-¡Si que la tiene!.; ya que luego le estuvo comentando que con lo vergonzoso que tú eres no sabía si iba a dar la talla con el personaje. ¡Y ya sabes que tú vas en la primera fila...!
-No te preocupes, Pedro. ¿Alguna vez yo te he fallado?.

   Conforme fueron asistiendo el resto del grupo, empezaron una y otra vez a repetir el sonsonete del pasodoble, hasta que una vez cogida la música fueron adaptándola a una letra referida al preservativo, la cual después de cinco o seis intentos se acopló perfectamente a la partitura.

   Tarareando el compás del pasodoble Sergio llegó a su casa y al ver que las luces estaban apagadas, calentó en el microondas los filetes empanados que su mujer le había preparado y tomándose un yogurt se dirigió a su habitación.

   Cual no sería la sorpresa cuando al encender la luz, contempló a María con tan sólo un diminuto tanga y un atrevido sujetador negro recostada sobre sus sábanas blancas. Un bombeo de sangre anegó su miembro y antes de que él se diera cuenta, su mujer, como jineta en celo, cabalgaba sobre él, hasta que una cascada de líquido blanquecino la hizo caer en el último obstáculo de la ría.

   Aquellos encuentros sensuales, una vez acabados los ensayos, duraron más de mes y medio; a excepción de los días en los que el calendario estaba marcado de rojo: las letras en la que hacían un paralelismo entre los órganos genitales y el marisco y aquella música de “Pretty Woman” dejaban paso al francés, al griego, al misionero… hasta quedar rendido antes de dormirse en aquellas noches de lujuria y de placer.

   Ocurrió aquel viernes, a finales de Noviembre, cuando ya la presentación en letra y música estaban cogidos, al igual que cuatro pasodobles y las primeras canciones de popurrit cuando antes de que todos se marcharan Pedro les comunicara:
-El lunes empezamos con los cuplés y el estribillo!, Ah, ¡Y por favor vayamos ya ensayando los tipos!

   Aquella noche María le esperaba en el sofá. Le sorprendió que en lugar del pijama llevara su mono de trabajo puesto, y nada más verle se levantó para irle desnudando magistralmente su cuerpo. Luego fue poniéndole su tanga, su sujetador relleno de calcetines, su panty, su falda apretada y una blusa color fucsia... Antes de maquillarlo, sombreando sus ojos y pintando sus finos labios con el más rojo carmín, le colocó sobre su cabeza una rizada peluca pelirroja. Vestido de mujer, finalmente le calzó aquellos zapatos con enormes tacones y a ritmo de “bachata” lo llevó al dormitorio.

   Sergio alucinaba en colores, por unos instantes su instinto masculino se había disfrazado de feminidad e hizo suyo aquel sentir carnavalesco de “Los Mairenas” en el que por carnaval “todo hombre lleva una mujer en sus adentros” ; y no se dio cuenta si le habían penalizado o no, por haber sobrepasado el tiempo del repertorio; tan sólo volvió a la realidad cuando al recuperar su hombría, el vaivén de las olas de su cuerpo se convertían en espumas de gemidos de placer al contacto con el curvilíneo acantilado de su mujer.

   Estuvieron ensayando casi todos los días del mes de Diciembre y Enero, además de nuevas letras de pasodobles y cuplés, que exigían las bases del concurso, los gestos, los ademanes, las muecas que llevarían en la puesta en escena y a lo largo de la actuación: pero por más empeño que ponía ni a él mismo le convencía la forma en que llevaba la coreografía, y por mucho que María se empeñara cada noche, después de cada ensayo, caracterizarlo desde señoritas de burdeles parisinos hasta camareras del Harén; su cuerpo cuando llegaban a las nueve de la noche no era capaz de seguir la coreografía de sus compañeros y hasta sus piernas parecían flaquearle de igual modo que cuando terminaba de hacer el amor.

   Fue por eso, por lo que dos semanas antes de que comenzara el concurso; Pedro, al ver que Sergio desentonaba de forma escandalosa en la interpretación del papel de prostituta, cuando le instó a que se quedara una vez que terminase el ensayo, ya que tenía que hablar con él.
-Lo siento, eres la mejor real que tenemos.- empezó a decirle.- pero a la hora de representar el tipo, tú y yo sabemos que no encaja contigo por lo que he pensado que vas a ir a la segunda fila. Así que a partir de mañana vas a ocupar el sitio de Salvador y a él lo colocaremos en primera fila, puesto que el personaje le va “ni que pintado”.

   Aunque el carnaval empezaba un día antes, a ellos por sorteo no le tocaría actuar hasta la segunda jornada, en la que abrirían el espectáculo, por lo que el director creyó conveniente realizar cinco días antes, un ensayo general para los familiares y simpatizantes de la chirigota.

   Sergio no le había contado nada a María sobre la conversación que Pedro había mantenido con él, por eso al observar como se colocaban en aquella tarima improvisada de aquel local y ver como a su marido era totalmente tapado por los de la primera fila, apenas si echó cuenta en el repertorio y a cada momento que pasaba era tanta su ira, que nada más terminar aquel simulacro de actuación se dirigió al director para decirle:
- ¡O mi marido va en la primera fila o no sale!
- ¡Pues que no salga!. - le respondió de forma autoritaria Pedro.

   Durante los cuatro días siguientes, Sergio apenas le dirigió la palabra a María, es más; mientras que ella dormía en la cama, él se acostaba en el sofá, ya que era tanto el ridículo que había pasado esa noche, que sentía vergüenza con encontrarse con algunos de sus compañeros puesto que después del numerito que había montado su mujer estaba más que claro de quien llevaba los pantalones en casa. Por eso no cogió el teléfono cuando éste sonó y fue María la que se encargó de descolgarlo:
- ¡Es una decisión de él!, ¡Pues ya tú conoces mi punto de vista!.- decía mientras hablaba.-¡Yo ya no tengo nada más que decir!. ¡Si quieres conversar con él que está aquí ami lado!.
- ¡Pedro quiere hablar contigo!.- le dijo acercándole el teléfono.

   Tan sólo ellos saben, quien convenció a quien, pero antes de la hora de almorzar habían llegado a un acuerdo por el cual Sergio, saldría a cantar a las diez de la noche de aquel sábado de Febrero, al lado de los altos en la primera fila y su mujer tendría reservada un asiento reservado lo más cerca posible del escenario.

   Una vez que todos se abrazaron como piña y unieron sus manos antes de que se abriera el telón, Sergio besó la imagen de la Virgen del Rocío que colgaba en su cuello y nada más visualizar el patio de butacas y aunque los focos le cegaban, estuvo buscando entre la gente la silueta de María. Le fue fácil localizarla pues sentada, junto a la mujer de Pedro, se había puesto uno de los monos que él a diario se llevaba a trabajar.

   Un sinfín de luces de neón iluminaron su ser representado a la profesión más antigua del mundo. A cada nota le seguía un guiño, a cada letra una provocación y a cada aplauso una insinuación; por eso todas las miradas estaban puestas en él; sin saber que detrás de aquella interpretación había habido un CUARTO DE ENSAYO, donde él junto a su mujer habían representado en el teatro de la vida real, aquella escena que cada comparsista, cada chirigotero o cada cuartetero dan vida en esa fiesta pagana que es el carnaval.
-¡Macho, lo has “bordao”!.- Exclamó Pedro llevándose sus manos a la cabeza, una vez cerrado el telón.

   ¡Fíjate tú, como has estado que entre pasodoble y cuplé te he ofrecido cien euros y la cama!.-le dijo Manuel “el guitarra”, lo cual provocó una risa generalizada.

   Había acabado el concurso y todos los componentes de la agrupación, estaban esperando en aquel local que habían compartido más de cuatro meses a que Pedro, que había asistido como director al recuento de los votos y al veredicto del jurado, regresara.
-¡Terceros!, ¡Hemos quedado Terceros!.- dijo nada más llegar y con semblante sereno, ya que por su trayectoria estaba acostumbrado a “cajonazos”, a “pucherazos” y a todo lo que terminase en azo.

   Tras escuchar el resultado en el ambiente se veían y se escuchaban expresiones de inconformismo, caras de satisfacción, semblantes de resignación, gritos de crispación y hasta los más fanáticos insultos que hacían alusión a las madres de los que conformaban el jurado, por eso Pedro alzó la voz para decir:
- ¡Señores, no me preguntéis el tipo!, ¡Pero para el próximo año esta chirigota se va a llamaaar.- hizo una pausa para luego gritar: ¡ Sorpresa y Sorollaaaa!.

   Sergio miró a María y ésta le devolvió la mirada. Después abrazados se dirigieron donde estaba Merche, la mujer de Pedro, el director, y acercándose ambos a cada oído de ésta le susurraron:
-¡Con que Sor presa y Sor olla, no!, ¡De monja te vas a vestir tú y tu marido!, ¡Pues nosotros ahora mismo nos vamos a empachamos de frutas en nuestro bosque particular!

lunes, 12 de marzo de 2012

PAPELILLOS Y SERPENTINAS

II CERTAMEN LITERARIO DEL CARNAVAL COLOMBINO

1º PREMIO CATEGORIA INFANTIL

Seudónimo: La Flautista de Hamelín
Autora: Pilar Fuentes Periánez
Edad: 10 años
5º de Primaria del Colegio Ángel Pérez -Isla Cristina (Huelva)


   Era un día de febrero, cuando salí con toda mi familia a disfrazarnos a casa de una tía. ¡Ah!, antes de seguir he de decir que mi familia es muy especial; porque somos muy numerosos: están mis padres, mis hermanos, mis tíos, mis abuelos paternos, mis abuelos matemos y todos los demás a los que nos encantan disfrazarnos en carnaval; sobre todo a mí. Bueno, a lo que iba, algunos nos vestíamos de tipos carnavaleros, otros de médico, uno de bruja mala e incluso había quienes encarnaban el papel de la abuela.

   Una vez vestidos, empezamos a pintamos y un carnavalero se pintó de sapo. Era un día muy divertido, de momento.

  Cuando estábamos todos listos, nos fuimos a la Gran Cabalgata a divertirnos y en ella observé que había uno con una bata. Al acercarme a ver quien era, me asombré mucho, era “El Tío de la Pera”.

-¿Por qué no te has vestido de pera, como todos los años?.- Le pregunté.

-¡Porque me he aburrido de ser pera y ahora quiero ser: ‘El Tío de la Bata”, ja, ja, ja...!

   Todos nos echamos a reír, incluso los perros empezaron a ladrar y los pájaros a piar de la risa que tenían. Eran un día muy divertido, muy, muy divertido.

   Más tarde, sobre las cinco y media de la tarde, en la cabalgata apareció un hombre que no llevaba camiseta y en la parte trasera del culo había pintado un corazón más o menos con esta representación:   Durante el recorrido nos pusimos justo detrás de una divertida charanga, llamada “A ritmo de Pasacalles” que iban disfrazados de brujos y de brujas y llevaban en la cabeza unos tocados divertidísimos.



   Hicimos todo el recorrido bailando , cantando y saltando con aquel estribillo de : Un bote, dos, botes, tres botes; ¡Maricón el que no bote!.. y bebiendo muchísima agua, porque el “Señor Lorenzo” pegaba que no veas tú ; por lo cual al final de éste todos estábamos muy cansados.

   Luego nos dirigimos a la plaza de la verbena, donde la charanga seguía tocando sin parar, para escuchar la decisión del jurado de la cabalgata y de las carrozas, que grupos se llevarían los premios de artísticos, humorísticos, infantiles, el disfraz más original. Vimos como algunos de los participantes saltaban de alegría y otros quedaban desesperados, por no haber ganado ningún premio.

   Aunque este año no he participado en el concurso de la “Gran Cabalgata” ha sido una de las mejores de mi vida: ¡Me he divertido muchísimo bailando y cantando junto a mi familia! y después de escuchar los premios nos fuimos a comer algo, porque nuestras barrigas rugían bastante.

   Cuando terminamos de comer nos fuimos otra vez a la plaza de la verbena, donde seguimos nuestra fiesta, bailando y cantando varias horas. Al final de la noche, un grupo de hombres y mujeres, acompañados de guitarra, caja y bombo, cantaron a cuatro voces, a ritmo de pasodoble, una bonita canción. Todos los presentes, conocíamos ese tema y los acompañamos cantando con ellos.

   Al terminar de cantar, todo se quedó en silencio y de entre la gente se escucho una voz diciendo: ¡Viva el Carnaval! y todos contestamos !Que viva el carnaval del Pueblo!

sábado, 10 de marzo de 2012

HUELVA VESTIDA DE DESCARO

II CONCURSO LITERARIO DEL CARNAVAL COLOMBINO

2º PREMIO CATEGORIA ADULTOS




Autor: Manuel Terrín Benavides
Localidad: Albacete







¿A dónde, Huelva, tu, con esas greñas,
senos desnudos, sol carnavalero?.
Con el paso del tiempo tono austero
ha rodado en pedazos y te empeñas.

en prolongar feudales contraseñas
bajo régimen santo marinero.
Lucirte quieres, madre nuestra, pero
tus manos, cada día más pequeñas,

no alcanzan la otra orilla. ¡Cuánto azote
de archivos, cuánta ardiente inteligencia!,
¡Qué residuo de gestos rituales!.

Hoy le cuelga a la historia del bigote
un biberón que ha sido penitencia.
¡Tan vieja, Huelva mía, y en pañales!.


Poner los pies aquí con reverencia,
élitros de destino iluminado.
Beberse secretamente, a codo alzado,
carnaval onubense y su conciencia.

Poner aquí los pies con insistencia.
Recorrer los caminos del pasado
con paso firme, pero no firmado,
que en esto puede estar la diferencia.

Poner los pies aquí, sobre esta roca
que flota entre los siglos con el peso
de padres mudos que el camino invoca.

El carnaval de Huelva es un suceso
de pies agradecidos, una boca
sedienta en el preámbulo del beso.


Vivir esta ocasión, darle a la vida
otro significado diferente.
Llegar al carnaval de Huelva, puente,
siempre doblando el punto de partida.

Contemplar con pupila agradecida
la alegría festiva de la gente.
Tender en los balcones de poniente
salvaguardia de tierra prometida.

Vivir esta ocasión, esta gozosa
densidad donde el sol de la mañana
descuelga una amarilla mariposa.

Depositar el alma en la ventana.
Levantar una torre prodigiosa
y esperar a que suene la campana.


Referencias: Manuel Terrín Benavides nació en Montoro (Córdoba), el 30 de Junio de 1931. De familia campesina asalariada, ejerce de niño labores de campo, con un paréntesis de escolaridad. Se emplea de barquero cuando mozo y estudia luego Electrónica Aeronáutica, sub-especializándose en Equipos de Radar y Microondas, con cursos en Estados Unidos, profesión que ejerce hasta su jubilación.

Es Académico de la Real Vélez de Guevara de Écija y de la Real y Pontificia de Lérida. Casado, con dos hijos, vive en Albacete.

Montoro ha rotulado una calle con su nombre, "Ronda del poeta Manuel Terrín Benavides", y también lo lleva una entidad cultural del municipio: Agrupación Literaria Manuel Terrín, además de una calle de Laguna de Duero (Valladolid).

Desde 1969, ha ganado 1751 premios literarios entre cuentos, libros de prosa, libros de poesía y poémas individuales.

Ha publicado quince títulos: doce de poesía , tres de narrativa, todos galardonados nacionalmente: Premios Ciudad de Cuenca, Dama de Elche, Ciudad de Guadalajara, Ciudad de Toledo, Ciudad de Algeciras, Ciudad de Zaragoza, Lincoln de Miami, etc. Terrín Benavides, ha sido catalogado por los medios de comunicación del país como el poeta y escritor más galardonado en lengua española, lo que le ha traído muchos sin sabores.

Fuente: carnavalcolombino.com

viernes, 9 de marzo de 2012

CARNAGUAU

II CERTAMEN LITERARIO DEL CARNAVAL COLOMBINO 2012

2º PREMIO CATEGORIA INFANTIL


Seudónimo: La perrita chihuahua
Autora: Mercedes Santos Yaque
Edad: 10 años
5º Primaria Colegio "Ángel Pérez" -Isla Cristina (Huelva)


   Habían ganado las elecciones municipales un partido que defendía a los animales y por eso el concejal de festejos además del concurso de agrupaciones, cabalgata y demás actos como la garbanzada, creyó conveniente que durante los días de la semana se realizara un concurso de animales: así el lunes, los gatos; el martes, los perros; y el jueves los restantes animales de compañía dejando el miércoles sin concurso, ya que en ese día se celebraba el entierro del choco.

   Cuando mi madre, que había ido al centro, lo vio anunciado en la tienda de animales que hay nada más entrar en Carrefour enseguida vino y me dijo que había un concurso para perros el martes. Rápidamente la convencí para que me acompañara a comprar tela para hacerle un disfraz a la mía, pues yo tengo una perrita chihuahua que se llama Lana.

   Al llegar, la tienda estaba cerrada y me quedé muy triste pensando de que no podríamos participar en él. Pero mi madre, a la mañana siguiente fue a primera hora a la tienda y compró muchas telas de diferentes colores y brillos porque yo quería que fuese un traje muy alegre.

   Me recogió en mi casa y me fui con ella a su trabajo, donde estuvimos haciéndole el traje ya que no disponíamos de tiempo. Por la tarde llamé a mi amiga Carmen para que acompañase y ella me dijo que sí.

   Como yo quería un traje con muchos colores, decidimos de disfrazarle de “Samba”.

   Mi madre le hizo una falda con muchos volantes, brillos y colores y una chaqueta fucsia a la que le pegamos lentejuelas. El disfraz quedó chulísimo, y mi perra estaba tan espectacular como él.

   Incluso le hicimos un gorro para la cabeza con unos nudos y lazos de los mismos colores que la falda.

   Mi tía Chiqui, también tiene una perrita y cuando vio lo guapa que estaba mi Lana quiso participar. Mi madre tenía un disfraz de bruja que me hizo por Haloween y en diez minutos antes de que empezara el concurso le hizo un disfraz a la perra de mi tía. Le pusimos un gorro hecho de cartulina y forrado con la tela de tul con dibujos de telas de araña y una falda también con la misma tela.

   Nos fuimos corriendo a la plaza donde se celebraba el concurso. La plaza estaba llena de perros disfrazados con sus dueños. Había disfraces chulísimos: de vaquero, de policía, de salchicha...

   Yo salí con ellos en medio de la plaza para que los jueces y todo el público las contemplara a las dos.

   Cuando llegó el momento de dar los premios, yo estaba muy nerviosa y no paraba de dar saltos. Sólo daban tres premios: El primero por el mejor disfraz y el más laborioso; el segundo para el mejor disfraz de pareja: el perro con su dueño; y el tercero para el disfraz más gracioso.

   Los premios eran para los animales: mantas, champús, collares, pelotas, una cama e incluso un corte de pelo y peinado gratis en una peluquería canina y un lote de perfume en una afamada tienda canina.

   Cuando dijeron los premios y escuché que el primero era para mi perra, no pude parar de gritar de alegría y salí corriendo por toda la calle con aquel premio entre mis manos. La gente me paraba para darme la enhorabuena o para decirme lo conseguido que estaba el disfraz de mi perra.

   Este año volveré a participar, pero no voy a deciros de como va a ir disfrazada mi perra, tan sólo os adelanto que es una sorpresa, pues muchas veces los perros se parecen a sus dueños; perdón son los dueños quienes se parecen a sus dueños.

jueves, 8 de marzo de 2012

EN LA MALETA

II CERTAMEN LITERARIO DEL CARNAVAL DE HUELVA

3º PREMIO CATEGORIA ADULTOS

Autor: Manuel Fernández Vázquez
Localidad: Huelva








   Hoy me levante algo tarde, casi con los ojos cerrados abrí el grifo, mirándome en el espejo, un “palla” y un “paca” en el lavabo, dos pases con el peine, aunque ya no hay mucho que peinar y me he puesto la colonia de siempre, regalo socorrido y repetitivo por reyes de mi suegra.

   Cuando me di cuenta estaba sentado en la cocina, tenía puesto un calcetín de cada color y la camisa al revés, un poco fantoche y desaliñado. Le di vueltas al café y mire detenidamente, con la torrija mañanera, el almanaque que tenía en la pared de enfrente.

   Allí colgaba Febrero de una alcayata, la foto que acompañaba ese mes, era una vista del muelle del tinto. Mi mente, ensimismada por tanto cruce de hierro fundido sobre un rojo atardecer y acompañada musicalmente por el tintineo de la cucharilla contra el cristal del vaso de mi café, se lleno de una melancólica paleta de colores carnavaleros, Febrero. Me bebí de golpe el café, ¡casi me abraso la lengua!, y no sé porque bajé al trastero.

   Tengo una maleta vieja de esas de material, con correas que tenían hebillas doradas, llenita de recuerdos y trastos viejos. Nunca he sido muy de tirar cosas. Quité algunos libros de encima, una lámpara vieja, una muñeca de la niña y la puse en el suelo.

   Me acomodé en una silla de la playa, le sacudí un poco el polvo a la maleta y la abrí. De golpe, retrocedí como unos treinta años. Un tirachinas con gomas de color caramelo y badana de cuero fue lo primero que se vino a mis ojos, me lo hizo mi abuelo, que con la navaja, que siempre lleva en el bolsillo, era un manitas tallando.

   Más de un infarto le dió a algunos gorriones posados en los cables del tendido eléctrico en el campillo, allá por Pérez Cubillas.

   Seguí rebuscando, dos o tres fotos de comunión vestido de almirante, cara angelical con las manos juntas y un cáliz dorado en una de sus esquinas; un diccionario Espasa- Calpe amarillento, una nariz de payaso que intuitivamente me la puse al momento.

   El tiempo parecía haberse parado, detenido allá por 1984, lo pude constatar porque en un descosido del estampado de rombos beige y negro que forraba la maleta, encontré enganchada en sus hilachos de seda una foto de Bastian montado en Fuyur, ¿recuerdan? ¡los protagonistas de La historia interminable!, película a la que mi padre me llevó cuando se estrenó.

   Seguí buceando en aquella vieja maleta, vi, debajo de una bufanda gris una pluma de color azul, aparté la bufanda y encontré aquel penacho de plumas de cuando me disfrace, o me disfrazaron de Toro Sentado. Recuerdo que una barra de labios de mi madre y un poco de pintura azul, que seguro salió de este trastero, fueron las pinturas de guerra en mi cara.

   El pantalón me lo hizo mi madre con una tela de saco y cuerdas de pita, los cosió en una Alfa a pedal que heredó de su madre, mi abuela la pobre no estaba ya para enhebrar agujas. Cuando ya era todo un siux de los pies a la cabeza, cogí el cepillo de barrer que estaba detrás de la puerta de la cocina, me monte en él y fui corriendo por el pasillo de casa como si montara a caballo hasta el salón y le pregunte a mi padre,

Toc, tocotoc, tocotoc, tocotoc. Soooo...
- Hao, rostro pálido.
-¿me vas a llevar a la cabalgata?

   Recuerdo que mi padre me miró de arriba abajo y echó una gran carcajada al ver la pinta que llevaba, el no era carnavalero, pero yo era su ojito derecho.

   Mi madre apareció por detrás, con las manos llenas de pintura, miró a mi padre y como el que se ve en medio de dos fuegos; en el frente, yo, en la retaguardia mi madre sonriendo, solo se le ocurrió decir:

- ¡Pero si yo no tengo disfraz¡
A lo que mi madre le contestó
- Eso te lo arreglo yo en un santiamén.
Y como un inocente ratón, cayó en la trampa.

   Iba de payaso, un payaso algo especial, chaqueta coja que era de mi abuelo, esta vez se la abotonó así aposta, mi madre en un pis-pas le puso unos parches hilvanados de tela de colores. A un sombrero de paja, le pinchó dos flores de un centro de mesa y un pañuelo de lunares de mi hermana se lo puso de corbata, la nariz de goma roja es la que me he puesto al abrir la maleta.

   Mi abuelo, ¡aún parece que lo estoy viendo! con su bastón color caoba y empuñadura de plata, con ese bigote canoso, mas cumplido que un luto y algo gruñón. Siempre decía lo mismo, ¡carnavales!, ¡carnavales los de mi tiempo!, ¡no estos de ahora! Nos conto mil veces, cuando iba a bailar con mi abuela en el teatro Mora. Que se llevo un primer premio con la agrupación “Los Turistas” y que fue murguista, que ¡que coño era eso de chirigota!.

   Nos tarareaba una coplilla de carnaval que decía así:

Venimos los turistas
desde Nueva York,
porque dicen que aquí en Huelva
vivimos mejor,
ya que nos dijeron sin exagerar
que aquí se comía sin dar un real…

No recuerdo como terminaba.

   Era un domingo once de marzo, mi madre no pudo acompañarnos, días antes se había torcido un pie y no estaba para patearse Huelva. Mi padre, una vez asumido que este año haría la cabalgata, me subió sobre sus hombros después de comer y cruzamos el barrio Obrero, a ratos andando y otras en “camichocho”, Alameda Sundheim, avenida Italia llegamos a correos, yo iba eufórico, a mi lado paso una bruja, un grupo de pitufos, una novia y hasta una banda de majorette. Una vez allí nos pusimos detrás de una carroza que era como un patio andaluz. Mi padre no me soltaba de la mano, allí había mucha gente. La cabalgata salía a las cuatro.

   Al pasar por la Gran Vía, mi abuelo me saludo alzando el bastón y mi madre me tiro un beso, yo les dije:
-¡Hao! rostros pálidos.

   Que feliz era metido en aquella marabunta de alegría, brincando, cantando y bailando la danza de la lluvia...

-Ea, ea jea, ea ea ea jea.

   De un bordillo de una cera al de la otra, daba palmadas en mi boca y daba vueltas a mi padre entre una rebujina de papelillos y serpentinas por los pies.

   La danza de la lluvia no surtió efecto, no llovió, pero yo tampoco lo pretendía. Mi padre hacia lo que podía entre cigarrillo y cigarrillo.

   Mis manos se seguían moviendo por la maleta, rebuscando entre aquella desordenada colección de recuerdos; aunque mi mente seguía perdida en el tiempo, viajando con el billete de la añoranza, se había trasladado a la cabalgata de 1984.

   Perdido en esa amalgama de sensaciones, sentimientos e imágenes, que colmaban mi mente, como si fuera un collage, sentí un coscorrón en la frente, la tapa de la maleta se me vino encima y me devolvió a la realidad.

   Mi pequeña la había empujado para que viera de la guisa que iba. No la había visto entrar pero allí estaba, se tambaleaba haciendo equilibrio en los tacones de la madre, los labios pintados de un rojo chillón, una falda de su muñeca Bárbara, que era más grande que ella, y una pamela de flores. Me miro con esa sonrisa, chantajista, picarona e inocente, que es pasaporte seguro a un sí con baba incluida y me pregunto…

-¿me vas a llevar a la cabalgata?

   Y allí estaba yo con mi camisa de cuadros mal abotonada, la mano en la cabeza tocándome el conato de chichón y la nariz de payaso de mi padre.

   La “historia interminable”, seguía su curso. Pero en esta ocasión yo ya tenía un gran bagaje carnavalero a mis espaldas, el Carnaval Colombino me arrastro a su mundo mágico de coplas, disfraces, cabalgatas y teatro. Y tenía un disfraz preparado…

- Yo, si soy carnavalero y ella también es mi ojito derecho.

martes, 6 de marzo de 2012

EL CARNAVAL

II CERTAMEN LITERARIO DEL CARNAVAL COLOMBINO 2012

3º PREMIO CATEGORIA INFANTIL

Seudónimo: El Gato Verde
Autora: Melina Ciloe Dinoto
Edad: 11 años
Buenos Aires (República Argentina)


Viniste en tu carroza dorada

llena de pájaros que volaban,

el cielo parecía un espejo

repleto de sueflos.

La corteza dorada de la luna

rizaba tu pelo de espirales.

Tu mirada profunda, tus ropas largas

y un cielo que te alumbraba.

Las mariposas te saludaban

y las estrellas te miraban.

Juegos interminables y kilos de sueños.

Cuando te fuiste la primavera se durmió.


lunes, 5 de marzo de 2012

UN MARTES PASADO POR AGUA

II CONCURSO LITERARIO DEL CARNAVAL COLOMBINO 2012

4º PREMIO CATEGORIA INFANTIL

Seudónimo: El Antifaz de Oro
Autora: Carmen María Garrido Díaz
Edad: 10 años /5º Primaria Colegio "Ángel Pérez" -Isla Cristina



   Era un martes de carnaval, cuando después de almorzar estaba yo sentada en el sofá viendo la televisión, cuando de repente sonó mi móvil. Vi en la pantalla de la que me llamaba era mi amiga Meme, por lo cual me dispuse a cogerlo ya que mi padre me había recomendado no coger el móvil si el número no era conocido para mí. Nada más ponérmelo en el oído, escuché como a ritmo de pasacalle me decía:

   “Vente amiga mía hoy martes de carnaval no te quedes en tu casa ¡Y ponte un disfraz!.

   Porque te vas a reír, porque vas a gozar porque mereces vivir ¡Que la vida es disfrutar!.”

   Me levanté y fui al armario donde mi madre guardaba los disfraces. De entre ellos cogí, uno por el que siempre había suspirado, aquel de hada madrina que con brillos, tonos violetas y una varita mágica era el ideal para hacer los deseos en realidad. Después mi madre comenzó a pintarme la cara, a maquillarme los ojos, a ponerme unas trenzas con unos tirabuzones; pero estas por más intentaba unirlas a mi pelo siempre se desprendían por lo que me dijo al ritmo del tres por cuatro:

   No te peines más que preciosa estás y vete a la calle: ¡Que hoy es carnaval!

   Disfrazada me fui a casa de mi amiga la cual con ropas viejas y con brillantinas parecía una hippie, a la que lo único que le faltaba era pintarse. Por ello le pidió a su madre que le dibujase el signo de la paz en la frente, en sus brazos y en el centro de su camiseta.

   Juntas salimos a la calle y nada más andar cien metros empezó a chispear por lo que tuvimos que resguardamos debajo de un portal que estaba abierto. Una vez que escampó nos dirigimos a una carpa en la que nos esperaban Ángel, Andrea, María, Pilar , Cloti y Emilio.

   En medio de la pista nos pusimos a bailar a ritmo de un estribillo que se había inventado Andrea que decía Así:


Este año en carnaval
que bien lo voy a pasar
¡Olvídate las penas
y ponte a bailar!

   ¡No hace falta nada tan sólo un disfraz y mueve ya tu cuerpo al ritmo del compás!

   Estuvimos toda la tarde bailando no sólo aquel estribillo sino la salsa y los ritmos latinos que tocaba la orquesta que había en aquel escenario. Por lo que viendo que ya anochecía nos fuimos a cenar a una pizzería que estaba cerca de la carpa.

   Una vez que habíamos acabada con las pizzas, las hamburguesas y las coca-cola que habíamos pedido y nosotros nos disponíamos a salir el dueño del bar, viendo que estaba lloviendo imitando a Kim África nos dijo:

   No salgáis a la calle que os vais a resfriar y cogeréis la gripe, ¡justo en el Carnaval!.

   Esperamos a que escampase un poco y salimos corriendo hasta el bar donde se encontraba la madre de Ángel. Ella llamó a la madre de Meme que no tardó ni cinco minutos en venir con el coche a recogernos.

   Al llegar y verme mi madre totalmente empapada empezó a gritarme , para luego como consejo al compás de rap decirme:

   No te vayas a resfriar y ponte ya a secar que ya para mañana te tengo el disfraz.

   Con un vestido negro de luto vestirás y de viuda llorando ¡El choco quemarás!

   Me duché con agua caliente y me puse mi pijama que mi madre había calentado cerca del calor de la camilla. Después tomé un vaso de leche caliente y me acosté.

   Dormí toda la noche cogido de aquella varita mágica ya al día siguiente amaneció un día precioso. Era el Miércoles de Ceniza y habíamos quedado ya en el colegio vestirnos de viuda; por eso antes de que dieran las cinco: Meme, Ángel, Andrea , María, Pilar, Cloti, Emilio y yo, vestidos de viudas, nos fuimos hacia el lugar que una hora después saldría el entierro del choco.


Fuente: carnavalcolombino.com

viernes, 18 de marzo de 2011

"La Cabalgata"

Diez de la mañana.

El chorro de agua caliente se cerró de golpe. Pero Fran no había tocado el mando del grifo.

“Otro corte del suministro de agua”, pensó.

Raudo, salió de la ducha y alcanzó la toalla para secarse. Tenía mucho frío. Algo muy normal para la fecha que marcaba el calendario: 27 de Febrero.

Fran era asesor financiero. Tenía el perfil típico de ejecutivo frío, dedicado por completo a su trabajo, por eso vivía solo. No conocía más amor que su oficio ni más pasión que el dinero. Después de ponerse ropa cómoda, se dirigió al salón para leer los periódicos digitales desde su portátil, como cada sábado por la mañana.

¿Has pagado la factura del agua este mes?- preguntó una voz socarrona.

El susto fue tan grande que no pudo articular palabra. Se quedó petrificado mirando a aquel personaje que había usurpado su sillón favorito: un ente disfrazado de arlequín, pero más que un disfraz, la ropa que usaba parecía de auténtica fantasía, como sacada de la mitología griega.

¿Quién eres? ¿Qué buscas? Puedes coger cualquier cosa, ropa, dinero - gritó Fran con voz aterradora.

Calla, bobalicón, ¿no sabes quién soy? Yo no vengo a robarte, no quiero nada material. Vengo a cambiar tu alma. Siéntate y escúchame.

Sin vacilar, el joven ejecutivo obedeció.

Seguramente no sabrás que día es hoy - dijo el extraño ser - para eso estoy yo aquí, para hacértelo saber. Soy el dios Momo, la sátira, la ironía, la burla y la locura mezclados en un solo ser. Y el máximo exponente de una fiesta de la que tú, seguramente, no sepas ni que existe: el carnaval de Huelva.

¿El carnaval de Huelva? Bueno, algo he visto por la tele, pero eso es una fiesta del obrero, de la gente que no tiene otra cosa que hacer que perder el tiempo disfrazándose de payaso para hacer el tonto- replicó Fran mucho más relajado.

¡Pero que ignorante eres!- espetó el dios Momo. - Toma esto, léelo y luego opinas. Y date prisa porque tenemos mucho trabajo que hacer, hoy es sábado de piñatas y sale a la calle la cabalgata de carnaval.

De un certero lanzamiento le arrojó un libro que Fran atrapó al vuelo. En la portada se podía leer, en letras doradas, el título de la obra: “Historia del carnaval de Huelva”. Sin tiempo para más, el libro, como por arte de magia, comenzó a pasar sus más de trescientas páginas a una velocidad vertiginosa, mientras que Fran no podía apartar la vista de las mismas. Estaba fotografiando en su cabeza, con la ayuda de su privilegiada mente y algo de brujería, toda la historia del carnaval de Huelva, desde sus inicios.

En sus páginas pudo leer nombres como “estudiantina”, “comparsa”, “colonizadores”, “murga”, “Mingorance”, “Baltasar”, “Domingo de Cuasimodo”, “Villa de Huelva”, “Baile de piñata”,”ilusión”,”magia”,”carpa”, “Gran Teatro”, “peñas”, “estribillo”, “Ventaneros”, “Charanga de los amigos”, “cuartetos”, “Fopac”, “cabalgata”.. . .y a todo ese batiburrillo de palabras fue dándole sentido conforme se iban ordenando en su cerebro.

Al acabar, levantó la mirada y allí estaba el dios Momo, de pie, mirándolo fijamente. Fran tenía una exclamación en el rostro que mezclaba la sorpresa con la ilusión, el descubrimiento de un mundo nuevo del que no tenía ni idea que estaba ahí fuera, delante de sus ojos.

Veo que he terminado mi trabajo. Ahora guárdate esta dirección en tu agenda y quiero que lleves allí toneladas de ilusión, colorido y alegría. Pero primero, ve a tu habitación y vístete como la ocasión lo requiere.- dijo el dios Momo mientras depositaba un trozo de papel encima de la mesa del salón.

Fran, corriendo, entró en su habitación. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que de la lámpara principal del dormitorio colgaba un llamativo disfraz de payaso, con todos los complementos que el caricato requería. Apresurado, volvió al salón, pero el dios Momo ya no estaba. Sólo se oía, a lo lejos, el sonido del agua de la ducha saliendo a chorros. Se acercó a la mesa y leyó la dirección que estaba escrita en el papel: “Hospital Juan Ramón Jiménez, planta de Pediatría”.

Cuatro de la tarde

César estaba dormido. Su fortaleza física se estaba recuperando, todo lo rápido que puede recuperarse un niño de diez años cuando padece una enfermedad crónica que le hace estar ingresado en un hospital casi dos meses. Sus padres, carnavaleros de afición, hablaban del día tan especial que era hoy, de lo bonita que estaba Huelva cuando el colorido de la cabalgata adornaba sus calles y de lo ilusionado que vivía su hijo esta mágica tarde, desde que tenía dos añitos. Pero no podían ocultar la tristeza en sus caras al ver que este año César no podía participar en el desfile.

De repente, un murmullo se oyó en el pasillo de la planta de pediatría, donde César estaba ingresado. María, su madre, no pudo contenerse y se asomó al mismo para ver qué era ese alboroto. Y no podía creer lo que veía: alguien con un disfraz de payaso iba repartiendo entre el personal médico y de enfermería máscaras, narices rojas de plástico, les pintaba coloretes y los disfrazaba. Y así fue como el color blanco de sus uniformes iba transformándose en un arco iris fantástico que llenó por completo la zona donde se encontraban los niños: la planta se había convertido en una mini-cabalgata de carnaval donde los médicos eran pitufos, las enfermeras sirenas y princesas y las auxiliares de enfermería, hadas madrinas.

Fran, el payaso, que venía a la cabeza de la comitiva, se paró en la puerta de la habitación donde César estaba ingresado. El niño lo esperaba despierto y de pie, ya que el jolgorio de los acontecimientos lo había despertado. María no podía dejar de mirar al payaso. Este, con mucha gracia y una perfecta entonación, le cantó:

“Paisana de mi alma, ven aquí, que tu pelo yo lo quiero embellecer, con estos papelillos que por ti, han vuelto en esta fiesta a renacer. Paisana de mi alma, ven aquí, que lo alegre de tu risa me dará, el ánimo para mi revivir, en este bullicio del carnaval”.

Seguidamente, de una mochila sacó de un tirón un disfraz de superhéroe. Alargando el brazo, se lo entregó a César, que no podía dejar de sonreír.

Si te lo pones, pronto volverás a casa. Es un disfraz mágico que te dará fuerzas. Póntelo y ven con nosotros.

El niño estaba pletórico con su disfraz. Poco a poco, Fran fue visitando a todos los chiquillos del hospital para llevarles la misma ilusión y el mismo mensaje que antes había transmitido a César. Después, los reunió a todos, pequeños, familiares y personal del hospital en un salón de juguetes que había en la planta y les fue deleitando con historias, cuplés, estribillos y pasodobles de las agrupaciones que han paseado su repertorio por el carnaval onubense.

Y una tarde fría de Febrero, se convirtió en una tarde de cuento. Cuento de carnaval.

Las nueve de la noche

Fran llegó a su casa cansado, pero feliz. Nunca había estado tan lleno en su vida. Y nunca olvidaría la cara de felicidad de César cuando volvió a la cama y se durmió. El ejecutivo prometió hacer su cabalgata particular de carnaval todos los años de su vida. Antes de irse del hospital vio como el niño abrió el cajón de la mesilla que estaba al lado de su cabecera y cogió una carta, la besó y exclamó en voz bajita: “Muchas gracias”.

La carta de César

“Queridos Reyes Magos de Oriente. Este año me he portado muy bien, he sacado buenas notas y he ayudado a mis padres en casa. Por favor, os pido lo siguiente para que me pongáis el día de reyes: una Nintendo, un juego de mesa, una bicicleta, una equipación del Recre y si me lo permitís, pedirle al dios Momo poder ir a la cabalgata de carnaval de este año, que nunca me la he perdido. Muchas gracias”.


José Joaquín Pérez Márquez (Aljaraque)

Segundo Premio Senior del I Concurso Literario del Carnaval Colombino


Fuente: carnavalcolombino.com

miércoles, 16 de marzo de 2011

"Miércoles de Ceniza"

  Puntualmente cada miércoles de Ceniza, algunos pueblos representan en el escenario de sus calles y de sus plazas la tragicomedia de su símbolo más identificativos: el choco, la sardina, el gurumelo, la cebolla, el conejo, etc.

Al frente, la actriz principal, la viuda, que enlutada de pañuelo y toquilla, interpreta el drama de la vida pues detrás de cada velo negro se esconde un empresario, un albañil, un alcalde, un maestro, un borracho, un mariquita, una solterona,.. Y por qué no la propia viuda en la vida real.

En medio de este cortejo, la vida y su camino. Un recorrido en el que los empujones, el alcohol, el egoísmo, la falsedad y los desmayos hacen que la mayoría de veces la personas se pierdan o mejor dicho se hagan perder para vivir a ese ritmo que marca el tambor de su propia vivencia: pues el hombre se disfraza de viuda, la mujer se viste de viuda y la viuda suspira por el hombre que cada año se viste de viuda.

Y cerrando el cortejo, lo mundanal y lo litúrgico, representados por Don Carnal, que esa noche dará riendas sueltas al fuego de las pasiones que levanta los placeres de la carne; frente a Doña Cuaresma que espera que el fuego se vaya apagando hasta convertirse en ceniza, para vivir en esa gris cuarentena la más estricta castidad.

Aún no eran las ocho de la tarde de aquel Miércoles de Ceniza cuando Pepe entró en el portal del edificio donde vivía, y fue al tomar el ascensor cuando se dio cuenta que su vecina Soledad también esperaba a éste para subir. En principio, se quedó pensativo sin saber si subir o no con ella, y aunque Sole, así es como le gustaba que la llamasen, gozaba de muy buena reputación con todos los vecinos, el hecho de ser paisana suya y antes haber sido su novia y que desde hacía unos tres años había enviudado hizo que su mujer en más de una ocasión le hubiera dicho que tuviera cuidado.

-¿Subes?.- Le preguntó ella de una forma amable.

-Sí. gracias.-

Mientras que el ascensor les llevaba a la quinta planta donde vivían ambos, Pepe apenas si la miró: pero tenía la certeza de que ella había clavado su mirada en él por lo que se limitó a contemplar como los botones luminosos cambiaban de número conforme subían de piso hasta llegar a su destino.

Nada más salir del ascensor, sintió un gran alivio pues la estrechez de éste y el hecho de estar ~ con Soledad pudiera dar la oportunidad a que algún vecino que los viera juntos dejaran volar su invitación: por eso fue al despedirse cuando tuvo el valor de mirarla por primera vez. Vestida con una falda negra y con una camisa roja ceñida, que dejaba entrever su escote, parecía que el tiempo no había pasado por ella y si había pasado era para hacerla más atractiva.

-Buenas noches.- se dijeron al entrar ella en su puerta A y él en su puerta B.

Cuando entró en su casa, encontró una nota sobre la mesa del comedor. Era de Cinti, su mujer, la cual le decía que tenía la cena en el microondas y que no le esperase despierto, ya que ella junto con sus amigas Manoli, Ana y Lola se iban a ir al Entierro del Choco. Pepe se había acordado que Cinti se lo había repetido ya al mediodía y que además ella tenía la costumbre de todos los años disfrazarse de viuda. El había ido con ella los primeros años de casado para sacarse el buseillo del entierro de la sardina de su Isla Cristina natal pero hacía al menos cuatro años, él prefería quedarse en casa viendo un partido de fútbol o una película en lugar de ir con su mujer y con sus amigas al entierro del choco.

Antes de ir a la ducha, Pepe pensaba que a esa hora tanto su mujer como sus amigas ya estarían inmersas en aquella comitiva donde un choco era custodiado por capataces y detrás de ellos, cientos de plañideras llorando, gritando, bailando y bebiendo al compás de caja y tambor. Estaba seguro que a esa el desfile aún tardaría en llegar a la plaza del Litri ya que allí era cuando la comitiva tomaba forma puesto que a esa multitud de figuras negras que habían salido con el cortejo, siempre se le agregaban desde Pablo Rada un grupo de viudas progres que ponían color con sus llamativas pamelas y sus boas multicolores, y se le vino a la mente aquel año en el que una peña había construido una carroza paralela a la del choco, en la que una figura recostada sobre una cama, donde se podía leer Hospital Juan Ramón Jiménez se encontraba un muñeco simulando a un enfermo Un goteo cuyo terminal era una bota de vino medicamentaba al paciente mientras que los emblemas de la Cruz del Campo sustituían a los de la Cruz Roja. De pronto una viuda espontánea se subía arriba de la carroza y se disponía a abrazar a su marido cuando un gran miembro masculino salió de entre la bata del paciente, accionado por un sencillo artilugio mecánico. Un mar de viudas se abalanzaron sobre el muñeco y cientos de expresiones morbosas surgieron contemplando la salud del enfermo y las descomunales dimensiones de su pene.

No había empezado a secarse y envuelto en estos recuerdos cuando pareció oír que llamaban a su timbre, en principio no se percató pues no esperaba a nadie pero pasado un poco espacio de tiempo volvió a sonar de nuevo.

-Seguro que algo le ha pasado a Cinti.- pensó mientras se ponía su bata.

Allí, delante de su puerta apareció Sole. Llevaba la misma ropa puesta pero en su camisa había desabrochado un botón más, lo que dejaba entrever aún poco más sus redondos pechos en su escote.

-Perdone vecino, ¿Tendría por ahí un mechero para encender el termo? Es que he cambiado de bombona y...

-Voy a por el mío.- dije sin que aún ella terminase su frase.

Nervioso y de forma rápida le dio el mechero, pues sabía que ella había llamado a su casa a sabiendas que su mujer no estaba en ella, pues en caso contrario jamás se hubiese atrevido a hacerlo. Fue como si le leyera el pensamiento cuando ella le dijo:

-¡Estaba muy guapa tu mujer disfrazada!, ¡Parecía una viuda alegre cuando esta tarde salía de tu casa!

Cerró la puerta y pensó en su mujer. Ésta, seguro seguiría bailando al ritmo de sambas y pasacalles en medio de aquel gentío que daban buena cuenta de las litronas y de las Coca-Cola adulteradas” con Cacique y Legendario y sería toqueteadas por chavalillos o reprimidos sexuales que aprovechaban la multitud para dar salidas a sus bajos instintos cómo en aquel día cuando encontró a su mujer tirada de bruces en el suelo pues al querer apartarse de una viuda con un enorme bigote que entre sus manos llevaba un gran rábano, ella le lanzó el bolso y éste en su intento de amortiguar el golpe lo sujetó, tirándola al suelo. Rápidamente se fue acumulando un grupo a su alrededor que hicieron un corro y entre voces de borrachos, llantos simulados y risas contagiosas Pepe la intentó levantar no sin antes de escuchar aquella cantinela que antes se le cantaba a las viudas que en su representación de desmayo se tiraban al suelo.

-¡Ay su marido....con lo bueno que era!

Recordando aquel hecho, no se percató en principio que llamaban a su puerta pues los toques con los nudillos en principio eran tenues hasta que fueron haciéndose más fuertes. En principio se extrañó que no hubiesen llamado al timbre, pero tras observar por la mirilla y ver de nuevo a Soledad pensó que ésta no había llamado al timbre para no hacer mucho ruido.

-Buenas, de nuevo.- dijo acercándole el mechero para luego añadir.- ¡No soy capaz de encender el termo con él!

Pepe se quedó pensativo no sabía si era una insinuación o tal vez que su vecina no fuera capaz de llegar con la llama del encendedor hasta el piloto del gas por lo que se quedó un rato pensando para luego ir a la cocina y con una caja de cerillas en manos se acercó a la puerta preguntando:

-A ver, ¿Dónde está el dichoso termo?

Sabía lo peligroso que era para él entrar en aquella casa; no obstante, en su seguridad de que Cinti tardaría bastante en venir y que no había ningún vecino al acecho pues la luz de la escalera estaba apagada hizo que entrara en el piso de Soledad. Apenas podía pasar por el pasillo del comedor pues casi todo él, estaba lleno de cajas de color sepia selladas con Fixo. Sorteando éstas, llegó a la cocina y desde allí a una estrecha terraza cerrada con cristalera donde además de la lavadora y una tendedera se encontraba el termo. Al coger la primera cerilla, notó su aliento cuando encendió ésta que no logró el chispito. Fue al darse la vuelta para intentarlo de nuevo cuando sus cuerpos se rozaron la primera vez y fue cuando después que la segunda cerilla lograse prender el piloto y dirigirse a la cocina cuando sus cuerpos se unieron frontalmente y él sintió en su pecho sus senos.

Aquella escena le hizo volver doce años atrás; justamente el día en que conoció a Soledad, fue un miércoles de ceniza cuando, disfrazado de viuda, debido a la estrechez de la calle y la multitud de personas que se aglomeraban tras el cortejo hizo que se perdiera de sus amigos. Después intentó encontrarlos sin ningún resultado, lo que hizo que se uniera a una viuda solitaria la cual no sólo lo aceptó sino que se cogió de su brazo en señal de compañía. Minutos más tarde en unos de los vaivenes de la marcha y en ese ritmo cadencioso de ir para adelante y para atrás, el grupo que le antecedía se paró en seco y en su deseo de proteger a su acompañante puso sobre sus espaldas la flojedad de sus falsos pechos, mientras que su miembro viril llamaba insistentemente a sus partes traseras. Fue la primera vez en que sus cuerpos se unieron, más tarde en uno de los intentos para que ella no tropezara con una viuda que yacía por los suelos la atrajo hacia sí y de frente rozó toda su feminidad y de forma espontánea sus manos fueron en busca de sus pechos sintiendo el estremecimiento en el cuerpo de aquella mujer.

Una vez que alcanzó la puerta Pepe no se explica cómo pudo salir de esta situación y llegar hasta la cocina, y desde allí dirigirse hacia la salida, no sin antes haber tropezado con un par de cajas que había por los pasillos. Una vez que estuvo en el umbral se miraron en silencio y un calor inmenso recorría la mejilla de ambos.

No habían transcurrido cinco minutos de que había abandonado el piso de Soledad y su corazón aún latía aceleradamente y el sofoco no había desaparecido de su cara por lo que abrió un poco la ventana. Se puso a contemplar la calle cuando de pronto vio pasar a dos viudas que corrían calle arriba. Estas se pararon a ver un paisano para preguntarle:

-¿No sabe por dónde va el Choco?.

-Hace unos diez minutos que he visto pasar el entierro y yo creo que todavía le queda bastante para llegar a la plaza de Paco Toronjo. Le contestó el hombre que posiblemente viniese de allí.

Sentado en el sofá, una lucha interna se debatía en él; ya que a escasos metros y separada por una sola pared se encontraba una viuda que representaba la lujuria y lo prohibido en la persona de Soledad; y en la Avenida Andalucía, vestida de viuda y acompañando a un choco que después sería quemado, estaba esa alianza que significaba su compromiso con Cinta. Sin darse cuenta, empezó a hacer cábalas de cuanto tardaría su mujer y que sería como mínimo un par de horas. Sin darse cuenta atravesó su puerta y sus dedos tocaban el timbre del piso de su vecina.

-Es que me he dejado el fuego aquí y...

La atrajo hacia sí y en un impulso momentáneo buscó su boca. Después sorteando cajas la llevó a su dormitorio. Aquel cuerpo, sensual y lozano a la vez, se abría paso al placer mientras que la desvestía y como si fuera el reverso de una moneda le vino a la mente aquella fotografía en blanco y negro de cuando él se vistió por primera vez de viuda. Aquel día, desnudo delante del espejo, se puso un sostén y con calcetines y páginas del Huelva Información rellenó el vacío de sus senos. Poco después, con torpes movimientos se puso aquel traje negro de su madre en su juvenil cuerpo. Un júbilo sin límites se le transparentó en su cara cuando aquel vestido se deslizó desde sus hombros hasta sus tobillos. Cogió la caja de pinturas de su madre y empezó a acentuarse de negro sus pestañas y el lacrimal de sus ojos y a ciarse por la comisura de sus labios la barra de un rojo carmín. Mientras se pintaba un rictus sonriente apareció en su rostro. Una vez vestido y pintado y antes de salir a la calle se colocó negra pamela y su boa fucsia. En aquellos momentos sus caracteres femeninos fueron capaces de reírse a carcajadas de su permanente hombría.

Con suave delicadeza la tomó por la cintura y sus labios se rozaron para posteriormente unirse en un sensual y prolongado beso. Antes que Pepe la recostara sobre las sábanas blancas, sus manos empezó a acariciar su pelo, su boca, su cara, sus senos para ir suavemente bajando sobre su vientre y entre sus piernas. Después sobre la inmensa cama, parecía flotar en una mar de placenteras emociones se dejó al compás de las olas que acompasadamente le transmitía el cuerpo de Sole hasta que un hormigueo de estrellas blancas recorrió su cerebro y un espasmo de placer recorrió todo su cuerpo.

-Ay mi marido....con lo bueno que era! .-susurró inconsciente en la pleamar de su orgasmo.

Seguramente no muy lejos de allí y en un escenario preparado en aquel descampado, el capataz-jefe ya había dado la orden para que rociaran con gasolina aquel descomunal cefalópodo para posteriormente, ser el mismo Paco, el de los conejos, él que le prendiera fuego con una antorcha encendida. Una impresionante hoguera harían que cientos de viudas, ya desaliñadas, retrocedieran del lugar de la quema llevándose tras de sí llantos desconsolados. A la luz del fuego con sus llamas azafranadas, el negro se hacía añicos hasta convertir en una irisada feria y en la más amarillenta página de la mitología griega el lascivo Don Carnal tenía sus minutos contados para darle paso a la virginal Doña Cuaresma.

Aunque casi durmió de un tirón, a no ser porque sintió encajar la puerta cuando regresó a altas horas su mujer, le costó trabajo levantarse por la mañana ya que aunque había sonado el reloj tuvo que ser Cinti la que le despertase. También le costó trabajo el asearse y el vestirse; no obstante, una peluca que se habían dejado en el descansillo del portal y el frío de la mañana de aquel jueves, le volvió a la realidad.

Estuvo toda la mañana trabajando en el taller y aunque a veces lo sucedido en la noche anterior se le venía a la cabeza, la cantidad de tarea atrasada y la entrada por la mañana de cinco o seis coches con averías, hizo que su pensamiento se centrara en lo que era su labor diaria. Fue casi a la hora del cierre cuando tuvo el presentimiento de sentirse observado. Miró a la acera de enfrente y allí, montada en un Ford Fiesta, pareció ver a Soledad que con el gesto de su mano izquierda parecía decirle adiós.

-Tonterías.- se dijo para sí, pensando que era una obsesión.

Al llegar a casa a la hora de comer, y mientras ponía la mesa apenas cruzó unas palabras con su mujer. Fue nada más sentarse cuando Cinti , como si de un secreto se tratara le dijo a su marido:

-Sabes. ¡la vecina ha vendido el piso!

El se quedó pensativo durante un rato pues ya empezaba a explicarse lo de la noche anterior con tantas cajas en el comedor y el pasillo. Para después como si aquel comentario no le hubiera influido le preguntó a Cinta.

-¿Y quién es nuestro nuevo vecino?

-No sé, pero por las explicaciones que me han dado es un Raúl , uno que antes de conocerte estuvo saliendo conmigo y hace un par de años se ha quedado viudo.

La imagen de un gato negro recorrió en aquel momento el pensamiento de Pepe. Luego se quedó mirando durante un largo tiempo a su mujer y cuando se dispuso a recoger los platos una cosa tenía clara y era que a partir de ese momento no dejaría jamás a su mujer sola en casa y menos en un Miércoles de Ceniza, pues la acompañaría y se vestiría con ella a todos los entierros que fueran precisos: al de la sardina, al del choco, al del gurumelo, al de la cebolla o incluso al entierro del conejo de Castillejos, no fuera ser que el conejo lo dejara en casa y que aquel viudo se lo comiera mientras que él daba gatillazos en cotos vedados con pólvora ajena.

La Viuda Alegre

José García García (Isla Cristina)

Primer Premio Senior del I Concurso Literario del Carnaval Colombino

lunes, 14 de marzo de 2011

"Mi primera experiencia de carnaval"

   Era domingo, Domingo de Carnaval, y yo salía con mi tío en la cabalgata. La verdad es que estaba muy contenta, porque yo había salido otros años y me lo había pasado muy bien.

   Antes de la hora de comer y yo ya estaba vestida. En general, salíamos de bingueros, pero la gente de la murga decidió que los niños para no ir iguales se disfrazarían de bolos. Yo salí con el número 15, que no era mi número favorito que digamos, pero, mi madre se empeñó porque decía que era el número de la “niña bonita”.

   Empezamos nuestro recorrido carnavalero. Primero cogimos la avenida y la seguimos hasta el final. Me gustó mucho ver a tanta gente detrás de las vallas, viendo como yo saltaba, cantaba y me divertía con todas las personas que salían con la peña “Quién dijo miedo”.

  Entonces, me di cuenta de que delante, se encontraba una pequeña agrupación vestida como de zombie. Recordé que mis amigas, Cristina, Carmen, Paola, María Pérez y Clara, salían en ese pequeño grupo. Me paré fijamente, pero no vi nada. Y entonces, escuché:

-¡Patri, Patri, Patri!

   Por detrás, las vi a todas ellas. El disfraz estaba muy bien conseguido, y parecía muy real, ya que se habían maquillado con grietas y arañas en la cara.
-¿Qué tal te lo estás pasando?
-Me preguntó Cristina-.
-Muy bien, me estoy divirtiendo mucho!
-¡Que bonito tu disfraz!
-Me dijo María¬
-Gracias, el tuyo también me gusta mucho!
-Le dije-.
   Cuando quise darme cuenta, ya estábamos por la mitad del recorrido.
-Nos tenemos que ir!
-Vale, contesté.

   Todo el mundo iba muerto de frío , y ya todos con los chaquetones puestos. A pesar de ello , iban cantando y saltando para entrar un poco en calor. Estaba disfrutando de una cabalgata muy divertida para todos. Escuchaba como tocaban el bombo , y todos cantaban a su ritmo.

   Pasaron las horas rápido , y ya casi íbamos por el final de el recorrido. Mi tío sacó una bolsa llena de bolos y como todo el mundo iba tirándolos, yo me tropecé y me caí, y empecé a reírme. Entonces , mi tío me ayudó a ponerme de pie.

   Mi prima Eva y yo tiramos bolos hasta cansamos , y cuando veíamos una bola que estaba en el suelo la cogíamos , y la tirábamos de nuevo.

   Terminada la cabalgata, fuimos a merendar y nos paramos en el quiosco de churros. Mi madre estaba nos esperaba en un bar y yo estaba con mi amiga Claudia, que había salido conmigo. Nos pedimos un chocolate y dos eurosde churros, y nos sentamos en una mesa. Empezamos a comer. Cuando terminamos, fuimos al bar a pedirle dinero a mi madre. Pero, cuando nos dimos cuenta mi madre ya no estaba en la misma mesa. Claudia y yo la buscamos, pero no la encontramos por ningún lado. Nos sentamos en un banco, y esperamos. A lo lejos, me dí cuenta de que estaba mi abuela con un grupo en el que ella salía con sus amigas. El grupo se llamaba la “jardinera”.

   Paré a mi abuela y le di dos besos, le pregunté por mi madre pero me dijo que no la había visto.

   Mi madre seguía sin aparecer y Claudia y yo estábamos un poco preocupadas.
-¡Patricia, Patricia! ¡Venga, que nos vamos al Bucana con tu tío!
-Dijo mi madre¬
-¡Mamá! Pero donde está..
   Mi madre me interrumpió diciéndome que me diera prisa.
-Vale mamá. Claudia y yo vamos a estar por aquí.
-dije yo-
-Vale, pero no iros muy lejos.
-Sí, dije-.

   Después, jugamos al escondite con todos los niños que había por allí. Fuimos a comprar chucherías para todos, y después, nos las comimos por el camino.
   Cuando ya anocheció, nos fuimos a buscar a mi madre y dentro del bar, había un escenario.
Claudia y yo nos subimos y empezamos a bailar y a cantar las típicas canciones de la murga de ese año.
Más tarde nos fuimos a casa. Acompañé a Claudia a su casa con mi madre, y me despedí.
-¡Adiós! ¡Hasta mañana!
-Me dijo¬
-¡Hasta mañana!
-Contesté-.

   Cuando llegué a mi casa, me duché y me acosté. Mañana será otro día, pensé, cerrando los ojos e intentando descansar después de un día tan aprovechado y ajetreado.

La Niña Bonita.

Patricia Martín Navarro (Isla Cristina)






Segundo Premio del I Concurso Literario del Carnaval Colombino


Fuente: carnavalcolombino.com

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