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lunes, 10 de enero de 2011

LA GRAN FOSA MINERA DE HUELVA

Más de 1.400 víctimas se arrojaron al cementerio de Nerva en la Guerra Civil

En el cementerio de Nerva (Huelva) algunos rezan mirando a un muro. Junto a él, dentro del recinto, se encuentra la mayor fosa común de la provincia onubense. El reciente mapa de enterramientos de la Guerra Civil y posguerra en Andalucía, realizado por las asociaciones de memoria histórica y las universidades andaluzas, sitúa hasta 1.400 víctimas de la represión franquista en las fosas de este recinto de verjas negras ubicado frente a las minas de Riotinto, sobre un terreno de tierra roja y roca fosfórica llamado Cerro Colorado.

"Sólo quiero saber si a mi padre lo tiraron allí", afirma, muy pausado, Francisco Silva, de 81 años e hijo de ajusticiado. Con una foto en blanco y negro, el anciano aparece mucho mayor que su progenitor. "Sólo tenía 30 años cuando lo asesinaron", apunta Silva tras denunciar "el régimen del silencio" al que se le sometió desde pequeño. "Mi madre y yo nunca hablamos de aquello", sostiene entristecido. A ella, cuenta, le hicieron beber aceite de ricino mezclado con miga de pan "para sacarle donde estaba su marido".

El cementerio de Nerva está dividido en dos partes. La fosa se extiende unos 50 metros a cada lado de la puerta. Allí iban arrojando los cuerpos de los fusilados. Era sencillo. Solo había que trasladar los cuerpos unos metros. Del muro a la zanja.

"Esto es una historia de exterminio", afirma Juan Barba, responsable de la Coordinadora de Memoria Histórica de Riotinto. La asociación ha pedido en varias ocasiones la apertura de la fosa. "Como mínimo, debería hacerse una cata para saber cómo están enterrados y cuántos podría haber", añade.

El Ayuntamiento de Nerva, gobernado por independientes, aprobó una partida de 6.000 euros para abordar el tema. Se destinará a investigaciones, conferencias, algún recordatorio, pero de abrir la fosa, nada.

"Todavía hay miedo", apunta Barba. Un monolito está preparado para su instalación, pero el Ayuntamiento, según el coordinador, no acaba de actuar. Esteban Sánchez, sepulturero durante siete años, asegura que no deja de llegar gente al cementerio, sobre todo mujeres. "Ponen flores de forma aleatoria, cada día en un sitio, donde ellos creen que descansan sus muertos", explica.

El historiador Francisco Espinosa, experto en la Guerra Civil, asegura que en la franja minera hubo "muchos más" de 1.400 ajusticiados. Lo que no tiene tan claro es que todos se encuentren enterrados en Nerva. Sospecha que debe haber muchas más zanjas escondidas en la sierra. "No se sabe cuántos hay hasta que no se abre", opina Cecilio Gordillo, fundador de la web todoslosnombres.org y conocedor de la represión minera.

La mayoría de paredones (350) de los 614 localizados en Andalucía, según el mapa enviado a la Junta por las asociaciones, se encuentran en Sevilla, Huelva y Cádiz. Casi todas datan de 1936. En Huelva ascienden a 120. Es la provincia más afectada, tras Sevilla (130).

Nerva es el emblema onubense. Según Espinosa, "nadie ha investigado aún la dimensión de la represión en la cuenca minera, un modo de comenzar es analizar el censo del 35/36 y compararlo con el del 40".

Espinosa y otros historiadores aseguran que el problema es que muchos desaparecidos no constan en ningún registro. Según la Ley de Memoria Histórica, los familiares pueden registrar a los desaparecidos en su localidad de origen con el testimonio de dos testigos. "Setenta años después de la Guerra, es muy difícil cumplir esa norma", protestan las asociaciones.

Los barrotes de hierro negro del cementerio de Nerva aún muestran señales de disparos. Son agujeros de bala a la altura de la cabeza. Barba alude al carácter reivindicativo del sector minero, siempre beligerante. Un grupo de unos 60 voluntarios, por ejemplo, blindó camiones en verano del 36 y se puso rumbo a Sevilla para "su liberación". A la entrada de la ciudad fueron apresados y ajusticiados en Triana y la Macarena, para escarnio público. Barba añade, además, el ensañamiento de Queipo de Llano con la zona: "Tenía una consigna. Para salvarse uno, tenías que entregar a tres. Esto sucede desde el 36 al 39". En el pueblo, prefieren no hablar. Los familiares tampoco insisten. Todos coinciden en algo: "¿Cómo van a abrir la fosa? ¿Y quién lo paga? Si no hay para nada".

 
Fuente:  LIDIA JIMÉNEZ - Huelva ElPaís.com

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