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miércoles, 6 de mayo de 2009

COMO SE HACE UN PASODOBLE (Por Rodríguez)


Una vez me preguntaron como se hacía un pasodoble, casi no pude contestar, quizás porque un pasodoble no se dice, sino que se siente, y ese es el momento en que debes de empezar a darle forma, tu forma, porque el pasodoble no es otra cosa que la creación realista o imaginaria de tu particular forma de ver o entender la vida. Es como si de repente alguien te preguntase que cómo o porque se respira, ¿sabrías que contestar?.

Hacer un pasodoble es como pintar un cuadro, el artista que lo comienza debe de acabarlo, de lo contrario la obra será insulsa y a su vez nunca del agrado del artista que la comenzó, (aunque el que le de los últimos retoques hasta finalizarla sea artista de mayor renombre y prestigio).

Me es muy difícil de imaginar que existan autores de carnaval que se reunan para hacer sus creaciones, pero teniendo en cuenta que en carnavales nada es imposible dejo en el aire mi pregunta, ¿puede la musa de la inspiración estar enamorada de dos soñadores, de sueños distintos?.

El pasodoble es sin duda el apartado que define y distingue las buenas comparsas, de las otras comparsas, por eso el autor trata de modelar versos y cuartetas a los rasgos y características de su personaje o bien a la creatividad sin límites de su fantasía.

Alguien dijo en una ocasión que la comparsa es sentimiento, no cabe duda de que lo es, quizás por eso el pasodoble es en parte sentimiento pero aún más debe ser mensaje.

¿Cómo se hace un pasodoble de carnaval?: ¡No!, me ratifico en ello, no existen fórmulas ni directrices que se puedan enumerar, diría más, no se puede enseñar, en esto no existen fórmulas ni secretos como si se tratase de una receta de cocina.

No hace falta ser poeta para rimar versos y cuartetas, las prosas y rimas van cayendo en sus sitios por si solas, tampoco hace falta un tratado matemático de esos de 3 por 4, 4 por ó 4 por 4, etc, no hace falta nada más que infundirle a tu pluma, lápiz o bolígrafo tu sentir cotidiano, del resto ya se encargará la inspiración que es íntima amiga del buen gusto.

Repito, no hace falta nada que no posea el ser humano, solo y exclusivamente por el hecho de ser humano, cualquiera puede hacerlo, ¿tu has probado alguna vez?, hazlo, te puedes llevar una sorpresa al descubrir en tu interior una faceta que desconocías. Antes he dicho que no hace falta ser poeta para escribir en carnavales y aunque parezca una contradicción te diré que de las mayores satisfacciones que pueden darle a un autor de carnaval es cuando alguien te llama poeta, sobre todo cuando quien te lo dice es eso, un poeta. Hacer un buen pasodoble de carnaval es tan fácil o tan difícil como una declaración amorosa.

Lo fácil de la declaración amorosa es decir, te quiero y lo menos fácil es elegir el momento y el temor ante la respuesta de la otra persona. El temor viene a consecuencia de la inseguridad, y la inseguridad es el sinónimo de los mediocres. Cuando uno se embarca en la aventura de la creatividad, hay que hacerlo con todas las consecuencias y tener todos los recursos necesarios para salvar los imponderables y obstáculos que vayan surgiendo. En una palabra, estar seguro de dominar el tema del cual se va ha hablar y por supuesto hacerlo de la forma más llana y sencilla que conozcas, de lo contrario todo tu trabajo será en vano. Existe por ahí una "cancioncilla" que dice, (no sirve de "ná", si eres tan inteligente que nadie puede entenderte, no sirve de "ná").

Me hubiese gustado acabar mi escrito con esa mágica fórmula de como hacer un pasodoble, pero de verdad que la desconozco, no se siquiera que existe, quizás está ahí y no nos damos cuenta porque nos olvidemos que es una fórmula mágica, y solo está al alcance de los magos, de los poetas, de los soñadores, de los niños, de los locos y de los duendes.

Si tu estas dentro de alguno de estos grupos, coge un lápiz y unas cuartillas y dale rienda suelta a tu creatividad. Enhorabuena.



Roque Rodríguez Contreras



Fuente: Huelva Información / Sábado 29 de Enero de 1.994

domingo, 11 de enero de 2009

EL PORTONAZO











En los carnavales de 1988, la Peña de La Colombina instauró un premio conocido como "El Portonazo".

   El mencionado premio iba dirigido a aquella agrupación que por méritos y apreciación popular era merecedora de atravesar las puertas que van de las semifinales y dan paso a la gran final del concurso de agrupaciones, pero no alcanzando los puntos suficientes se queda en las puertas de la final.





Este premio comenzó a impartirse en 1988 y las agrupacione que lo obtuvieron fueron:


1988- ROZANDO EL AIRE -Enrique Villegas
1989-SABOR A HUELVA -Los Cartonudos
1990-SIN PODER HABLARTE -Los Ventaneros
1991-ACORDES -Color de Fiestas
1992-DE MADERA -Los Ventaneros
1992-CARCAJADA -Los Cartonudos
1993-Desierto-
1994-CASCABEL -Playa La Gilda
1995-NOCHE DE PLAYA -Nuevo Higueral
1996-DE ENSUEÑO -La Máscara
1997-DE CUALQUIER HECHURA -Independiente
1998-EL CARNAVAL Y SUS MUERTOS -La Máscara
1999- SI LO DICEN QUE LO DIZAN, QUE NO SIENDOLO,NI FALTA QUE ME IMPORTA, CHURRITA -La Cabra Ajorcá-
2000-FATIGUITA DE MUERTE -Punta Umbría
2001-Desierto al considerárse que la agrupación merecedora de este galardón era de la propia peña promotora -QUE PEDAZO DE CORTE
2002-LA VIEJA LIBRERIA -Los Primos
2003-2008-No se impartió ningún reconocimiento.
2009-

jueves, 21 de febrero de 2008

DOÑA CUARESMA


Sobre el carro triunfante, detrás del general victorioso, iba un esclavo que decía en voz alta al triunfador, vestido con el traje etrusco de los antiguos reyes de Roma: “Recuerda que eres un hombre” y los soldados cantaban canciones burlescas referidas a su general que lo rebajaban a una escala humana absolutamente corriente.

El mismo César tuvo que aceptar que le insultaran llamándolo amante de un rey del Asia Menor de nombre Nicomedes: “César subyugó las Galias y Nicomedes a César; ahora César, que subyugó las Galias, celebra un triunfo ¡y Nicomedes, que subyugó a César, no lo celebra! En las Saturnales romanas se jugaba al mundo al revés y se caricaturizaban leyes y cargos públicos. En cada casa se celebraba la fiesta del triunfo, la fiesta de los esclavos y se eliminaban todas las barreras que separaban al esclavo del hombre libre. El esclavo tenía licencia para “cantarle” al señor verdades incómodas. Las casas quedaban patas arriba y podía ocurrir que los señores sirvieran a sus propios esclavos. Es más, aquel que no aprovechaba la oportunidad para cogerse una melopea mayúscula resultaba desagradablemente llamativo. La utopía social sin señores ni esclavos se apoderaba de la antigua fiesta campesina. Vivir y dejar vivir era el lema de la fiesta. De la necesidad de romper con las estructuras han ido surgiendo a lo largo de los tiempos las fiestas donde la máxima impuesta era la de practicar el vale todo. Eso eran las fiestas de los carnavales, tiempos de libertad, de liberación de ataduras. Eran las fiestas donde la carne estaba permitida. Tiempos de carnestolendas, que me suena a carne y calenturas. Tiempo de juglares que recitaban las historias del buen amor y donde Doña Cuaresma nunca debiera doblegar a Don Carnal.



De nuestros últimos carnavales que no dejan de ser un reflejo de nuestro todos los días, echo en falta todo lo que es intrínseco al carnaval mismo. Echo en falta las voces altas y burlescas rebajando a cada uno a lo que es, voces que no se compran y voces que no se venden. Echo en falta a los que se mojan en lo que escriben. Echo en falta los sentidos y el sentimiento, la ética y la estética, la palabra que eriza la piel. Echo en falta el canto a lo inmediato y lo mediato, el romancero vivo. Echo en falta la fiebre, la calentura, la denuncia. Me sobran el aplauso fácil, lo políticamente correcto, lo corregido. Me sobra la condescendencia en algunos casos y la total aceptación en otros muchos de los propios esclavos que tendrían que hacer las veces de reyes. Me sobran los cantos de sirenas. Me sobran las voces enmudecidas y la demagogia. Y frente a mester de lo que se escribe, se compone y se canta, nos faltan los césares valientes y permisivos de esa letanía mordaz y nos sobran los generales que represalian a quien canta y los caudillos consistoriales que no fomentan la fiesta del paganus, del hombre del pueblo, no sé si acaso para no sufrir el vapuleo de las voces altas. Precisamente el Carnaval servía para quitar la careta a todos aquellos que esconden la cara tras ella durante todo el año. En contra de lo que pudiera pensarse en el carnaval nos vienen a sobrar ¡tantas caretas! Aunque me temo que eso importa cada vez menos a la gran mayoría de nosotros. Seguramente nos obligaría a quitarnos nuestra propia máscara, y eso es demasiada dosis de realidad para el ciudadano bien domado que vive casi todo el año en cuaresma.





María Dolores Jiménez

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