miércoles, 29 de julio de 2009

TRAVESIA A NADO ISLA CRISTINA - LA ANTILLA

José Luís Orta, narra para el periódico La Higuerita su reciente vivencia.


"Todo presagiaba un gran desastre. Unir Isla Cristina con La Antilla a nado podía ser complicado. "

Día 25 de julio. La hora de salida, 5 de la tarde, parecía un poema de García Lorca, se hizo eterna, pues al calor sofocante se unía la desaparición del patrón del barco de apoyo, el cual estuvo muy perjudicado por la abundante ingesta en la feria del Rompido y se acostó temprano.... a las 7 de la mañana!.

Luego, enorme sorpresa cuando, oh! el barco no está en el puerto deportivo...... El padre lo tenía en uso alternativo. Todo iba muy mal. Pero gracias a Dios las cosas fueron a peor.... La aparición de Fernando Soler fue como un rayo de sol (otro más) y se ofreció con su barco a llevarnos al Chispito mientras venía el barco de apoyo.

Y así fue, pero la inestimable ayuda de Manolo y Vicente (mis amigos y compañeros de odisea) hizo que se despistaran en tal grado que se dejaron toda la comida y bebida en el pantalán del puerto. Se notaba la ausencia de Marga, sin ella soy un cero a la izquierda. Barritas energéticas, plátanos, etc... se quedaron en el puerto pero yo no lo sabía.

Me lancé en el Chispito (la barra de Isla Cristina), quedaban por delante 10 KM hasta la Playa central de la Antilla y empecé a nadar alocadamente, el corazón a 100 por hora, mi "equipo" me miraba y no tenían ganas ni de estrenar el megáfono de la tienda de los chinos de la calle España que incorporaba una única melodía (lo juro), una maldita melodía, que no era otra que la de Titanic, Increíble!!, buen presagio chino.

Me quería morir. Menos mal que todo se empeoró un poquito más. El Poniente no saltaba, día de calma chicha, apenas unas olitas que te llevaban a tierra, yo quería ayuda del Dios Eolo y sólo encontré al Lorenzo, un calor horroroso. Al cabo de casi una hora de travesía fuí consciente del olvido alimentario de mi equipo. Confesaron su hazaña pero lo arreglaron con profesionalidad: "hay una manzana caliente y una loncha de jamón de york" me gritaron. Nadar varias horas sin alimentarse en condiciones es muy peligroso, pero era lo que había.

La loncha se degustó calentita y salada a las dos horas de travesía, estaba asquerosa, la verdad. No me quedaba otra que tirar p'alante y hacer valer el invierno tan constante en cuanto a entrenamiento en piscina. 600 km en 10 meses tenían que dar su fruto, y así fue. Todo me daba igual, sólo quería nadar y nadar y nadar. Y bien que lo disfruté. Es mi playa, mi corazón se quedó aquí hace más de 40 años y ha sido todo un placer ir viendo cada rincón de este maravilloso lugar.

Al cabo de 3 horas y 16 minutos alcancé la avenida central de La Antilla, 10 km exactos y una alegría inmensa, me despedí del barco y de mis amigos. Desde aquí les doy las gracias a Manolo y a Vicente, nos hemos reído mucho.

¿Fin?... no, quedaba lo peor. Alcancé la orilla infestada de veraneantes, Marga no estaba, no podía aparcar y daba vueltas sin cesar. Daba mi vida por una Coca-Cola. Con el traje de neopreno, las gafas, gorro en la mano.... me dirigí a un bar y a una pareja que estaba sentada les pedí "por favor, vengo desde Isla Cristina nadando, me pueden invitar a una Coca-Cola?" y cual sería mi sorpresa con la respuesta: "lo siento, ya no queda más en el bolsillo"....? nunca me he sentido más humillado. Perplejo y exhausto esperé como un pobre en la rotonda 15 minutos, Marga apareció, llegamos a casa, abrí una lata de Coca-Cola, bebí un sorbo..... y me duché con el resto del preciado líquido, fue el momento más placentero del día.


En fin, a pesar de los pesares, .... ha sido todo un placer, me siento muy satisfecho y contento. Hace apenas año y medio que llegué a pensar antes de la operación que nunca más volvería a nadar. Gracias a Dios no ha sido así. Y yo que me alegro.Por la noche, abracé la almohada y pensé......"Africa ya está más cerca", y me dormí mirando a Tarifa....



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