miércoles, 21 de mayo de 2008

Cientos de 'sin papeles' vagan sin trabajo por los campos de Huelva



"Vimos muchos coches. Muchas luces. Nos dijeron que aquí no se puede estar. Que fuera. ¿Y ahora dónde voy? Si voy a Lepe, policía. Si voy a Huelva, policía. Si voy a Palos, policía. ¿Qué hago?". Se llama Bitonco, tiene 17 años, es de Somalia y así recuerda el desalojo del campamento de chabolas en el que vivía hasta ayer, en la entrada de Lepe.

Bitonco padece en estos momentos algo que no es del todo inusual ni en Huelva ni en otras zonas agrícolas de Andalucía: decenas y hasta centenares de inmigrantes sin papeles, sin trabajo y hasta sin cobertura sanitaria o alimenticia viviendo en el campo. Una situación extrema para quienes la sufren y un riesgo para la seguridad de las localidades en cuyos campos malviven.

Bitonco ha viajado a Huelva para trabajar. Quiere hacerlo en las fincas del campo, pero en el campo, lo único que le dejan es dormir al raso. Ayer, a instancias del Ayuntamiento de Lepe, la Guardia Civil y la Policía Local, le expulsaron de su chabola. Una denuncia ante el Consistorio, presentada por el el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) -titular de los terrenos- , sobre la presencia sin autorización de un asentamiento de inmigrantes sin regularizar, desembocó en la actuación de los agentes, que desmantelaron las chozas de cartones y plásticos y echaron a quienes allí vivían. Bitonco cuenta que ha atravesado África en un periplo de miles de kilómetros. Desgrana de memoria los países que ha recorrido. "Somalia, Etiopía, Sudán, Chad, Nigeria, Níger, Argelia, Marruecos". Viajaba en coche, a pie, en camión. Cruzó a España en patera, aunque no conoce ese término. "Había mucha gente en el barco. Muchos problemas con el mar, con el hambre, con la sed. Y con la gasolina", recuerda. Afirma que lleva tres meses en España. "No he encontrado trabajo. No sé qué hacer, no puedo ir a ningún sitio".

Desde Huelva Acoge se asegura que este tipo de episodios se han reducido en los últimos años. Y es que los mismos llegaron a causar verdaderos problemas, sobre todo en la década de los noventa y principios de ésta. Pueblos como Palos de la Frontera llegaron a ver cómo los inmigrantes sin regularizar que acampaban frente a fincas freseras -donde trabajaban inmigrantes contratados en origen- se manifestaban en contra de los desalojos y pidiendo trabajo.
Para conseguir la reducción de asentamientos, ha sido básica la política de contratación ordenada de inmigrantes en sus países de origen para los trabajos en el campo. El mensaje que se ha querido mandar desde la Subdelegación del Gobierno en Huelva los últimos años es muy clara: no hay trabajo para inmigrantes sin contrato en los campos de Huelva. Aun así, el fenómeno de los asentamientos persiste. No sólo en Lepe, también en Palos de la Frontera y municipios cercanos, donde se siguen registrando casos, más incluso que el año pasado, según fuentes consultadas.

La presencia de los asentamientos también provoca roces entre las administraciones. En el caso de ayer, el problema parecía ser las labores de limpieza. El alcalde de Lepe dijo que los operarios municipales que han intervenido en esta operación "han dejado el material utilizado para montar el asentamiento en la zona, ya que el Ayuntamiento tendría que contratar a una empresa externa para recoger ese material y no está dispuesto a sufragar estos gastos, teniendo en cuenta que es competencia de la Subdelegación del Gobierno, a la que ya se le ha puesto en conocimiento este hecho".

Regreso al poblado

Sin papeles ni dinero, las salidas que les quedan a los desalojados no son muchas. "Cuando las personas son expulsadas de un sitio, a no ser que se les abra contra ellas un expediente de expulsión, suelen levantar nuevos asentamientos no muy lejos de allí", explica Nieves Robles. Eso mismo es lo que hicieron Bitonco y otros seis compañeros, que regresaron en un silencioso goteo por un camino de tierra, antigua vía de ferrocarril hasta la zona donde se levantaba su poblado. Del mismo, sólo quedaban montones de plásticos, cartones y otros deshechos que una vez les sirvieron para hacerse sus casas. Dos de ellos habían usado una vieja lata de pintura para quemar unas maderas y cocinar encima un arroz con tomate y atún.

No quisieron hablar con la prensa ni ser fotografiados. "¿Para qué?", preguntaban. Y a cada pregunta, respondían: "No sabemos". Sólo Bitonco contó su experiencia en un precario inglés -ninguno de ellos sabía hablar español-. "No podemos estar aquí, pero dónde ir. Yo, esta noche, voy a dormir aquí. Pondré cartones en el suelo y ya está", explica señalando unos cartones en la puerta de una de las naves industriales del polígono de Cantargallo.
Manuel J.Albert.

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