sábado, 1 de diciembre de 2007

Carnaval 1984- A LA QUEMA DEL CHOCO

Llegado el miércoles de cenizas, los carnavales van tocando a su fin, es el ecuador entre el mundo de la farándula y el eclesiástico, donde se divide de forma tajante el espíritu festivo de un pueblo por el recogimiento, algo así como el yin y el yan coreano, como los polos opuestos de norte y sur o las antípodas del ser humano.
Cada pueblo, con sus tradiciones tiene una forma de manifestarlo, en lo que se refiere al Carnaval y en su más medieval existencia, era la forma de expresar que ante la prohibición de comer carne en el mundo cristiano, la carne valía, “carne-vale” y fuera aparte de la celebración un tanto desmesurada de la época, su finalización se realizaba, enterrando o quemando un pescado, alimento por el cual se tendrían que nutrir hasta pasada la cuaresma, en su más clara protesta ante unas gulas, pago que daba la posibilidad de ingerir carne sin caer en pecado, fuera del alcance económico del pueblo llano.
El Carnaval ha estado vinculado al mar desde sus más remotos inicios, y los pueblos que lo asumieron como fiesta, en su inmensa mayoría se ubicaban a orillas del mar, siendo la sardina el animal destinado al simbólico sacrificio. Huelva (Onoba), ciudad costera, asentada sobre los esteros de los ríos Odiel (Luxia) y el mítico y legendario Tinto (Urium), de actividad marinera durante milenios, no podía ser menos en cuanto a la citada manifestación,.teniendo como singular y particular animal, el Choco, que como ya vimos es característico de nuestra costa. Así pues en ésta segunda singladura de nuestro Carnaval contemporáneo, se tomó el Choco para su quema como cierre del Carnaval, aunque curiosamente, el fin del Carnaval, tal y como sucede en muchas otras localidades, se lleva a cabo con la cabalgata, dando así unos días más de fiesta entre el miércoles de cenizas y el domingo de cabalgata.

El 7 de Marzo, según el programa de La Comisión, tuvo lugar el primer entierro de nuestro simpático Choco. La hora prevista para la salida de la comitiva era las nueve de la noche desde el saladero de pescadería.
Permitid os cuente una anécdota que le aconteció a un periodista de la capital cuando se dirigía a cubrir la noticia:
-Diligente y con tiempo, nuestro reportero se dirigió en vez de al saladero, a la lonja, es decir, al muelle. Su primera impresión fue que el acto se había suspendido por alguna razón que desconocía, ya que la hora que era y próximo a la salida del desconsolado desfile, no había movimiento de ningún tipo en la zona. Ante su extrañeza, le preguntó a un “currelo” que andaba por allí por el entierro del choco. La cara del hombre era un poema, atónito consiguió preguntar al periodista; ¿desde cuando se entierran los chocos?, -le contestó, que en Carnaval-, al final se hizo un lío, lió al periododista y terminó preguntándole por el Carnaval , por el choco y que hacía el en la lonja-. “¿Pero esto no es el saladero?”. Que va hombre, esto no es la lonja, el saladero es donde está el “Quitasueños”.-Ya vale.-
Y al tiempo que se marchaba tras darle las gracias, el ”currelo” le dijo; “Oiga!, si quiere le doy una gamba para que la entierre, porque al precio que va el choco….-

Miles y miles de viudas lloronas llenaban la pescadería y las calles que a ella llevaban como una gran marea negra. Unas 25.000 personas, se aglutinaron para el Entierro del Choco. En su salida había quienes guardaban el sitio y se oían cosas como “Oiga, no se vaya a poner ahí que no veo”, “Mire, que esto no es la Semana Santa, que estamos en Carnaval”, “A mi me da igual, yo he llegado antes” e incluso correcciones de los carnavaleros; “La gente se pone como en las cabalgatas, aquí no se han enterado todavía de lo que es un Carnaval”, “No te mosquees hombre, que es el primer año”.
Era la primera vez que un acto lúdico llenaba de ésta manera las calles de Huelva. El impresionante desfile monocolor, partió de la Pescadería tomando la avenida Tomás Domínguez , para seguir por Duque de La Victoria, Las Bocas, Rascón, Palacio y llegar a la Plaza de Las Monjas, donde el gentío parecía duplicarse y donde tuvo su mayor afluencia, no cabía un alfiler. En la Gran Vía de Martín Alonso Pinzón, el Gobernador y su familia asistían al sepelio desde los balcones de la Gobernación y ya en marcha apelotonada, se tomó la Alameda Sundheim, la avenida del Alcalde Federico Molina y desde Pío XII se llegaba a la antigua calle Rastro. El Choco se habría paso como podía, “dejad sitio, que no puede pasar el choco”, “que no nos lo vamos a comer colega”… a duras penas llegó el Choco al lugar de la quema, haciendo de municipales, ante la ausencia de éstos, las propias viudas, “verás como cuando empiecen los petardos se quita la gente del medio”. El Choco fue pasto de las llamas, ante el llanto de las desconsoladas viudas y el sonido de la banda que lo acompañaba.
La velada continuó, siendo amenizada por la Orquesta Cabaseo, del pueblo de La Zarza, donde sus siete componentes andaban alucinados ante el hecho tocar ante la ingesta cantidad de público que se había dado cita.

Tan solamente hubo que lamentar dos heridos leves ante tamaña concentración de jubilo y la voz de los organizadores era unánime; “No nos lo esperábamos, ¿que va a pasar el día de la Cabalgata?.

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