martes, 26 de abril de 2016

2000-REVISTA OFICIAL "Vicepresidenta de la Diputación"

CARNAVAL HUELVA / CARNAVAL COLOMBINO "Por Blas Miguel Hernández"

Como ocurriera en otros muchos lugares de España, en Huelva, el despertar democrático de finales de los años setenta se manifestó, entre otras muchas maneras, en una sana e inmensa alegría de vivir. Los años anteriores al desencanto político, en aún parece permanecer parte de nuestra sociedad, desempolvaron viejas tradiciones, aletargadas y larvadas durante el franquismo, que hacían de vehículo casi espontáneo a la libertad y la alegría. En el Carnaval confluían ambas posibilidades básicas. Desde 1936, cuando fue posible disfrazarse fue a hurtadillas, recluida la fiesta en locales cerrados. Los primeros años de democracia sacaron el Carnaval a la luz, a la calle. Durante décadas, la historia del viejo Carnaval onubense había estado marcada por la permanente lucha entre los colectivos partidarios de esta fiesta, que frecuentemente eran acusados de cometer excesos y desordenes bajo el anonimato de disfraces y máscaras, y las constantes prohibiciones de las autoridades locales para evitar estos “desmanes”. El control desapareció con los nuevos tiempos y los carnavaleros pasaron a ser de repente ciudadanos normales y nada sospechosos de subvertir el orden.

Conviene no olvidar nunca este origen democrático en la recuperación de la fiesta. Pues, aún antes de las dificultades de franquismo, los carnavaleros siempre tuvieron enfrente al clero y al sector más conservador de la sociedad que, en función del eco de sus principios tuvieron entre los representantes políticos de la ciudad, los llevaron a épocas de mayor o menor esplendor.

Ya en 1815 el Ayuntamiento de Huelva asumió e hizo pública una Real Orden en la que decía que “El Rey quiere que se renueven las leyes y disposiciones reales prohibitivas de máscaras”. Como cabía esperar quienes salen especialmente malparadas son las mujeres, a las que el bando, en su artículo tercero, prohibía: “el andar de día disfrazadas y con careta por las calles y plazas… Las que infrinjan esta determinación serán detenidas”. La mano conservadora se dejaba notar también en la prohibición expresa del “uso de trajes sacerdotales, órdenes religiosas y eclesiásticas”.

A pesar de todo el Carnaval de Huelva sobrevivió hasta que la feroz oposición del clero, el ambiente político, la censura sobre la prensa y la guerra civil se encargaron de arrinconarlo. Tímidamente y con ciertos titubeos fue resurgiendo desde los primeros años ochenta. Gracias a la iniciativa del Ayuntamiento de entonces, algunos colectivos ciudadanos le dieron el impulso definitivo al Carnaval de hoy. La organización de festejos y el esquema de aquellos años, en sus líneas generales, sigue estando vigente.

Recuperación real y feliz de un espacio para el jolgorio y la denuncia del mejor tiempo, el tiempo de la libertad, en donde los ciudadanos asumen la crítica de la vida cotidiana como algo que les es consustancial, y a lo que, además, tienen derecho; al menos durante los días en que llenan plazas y callejones con sus tangos y cuplés, con sus pasodobles y “popurríes”, con sus historias vividas e inventadas, no importa, porque constituyen un exponente más de nuestra realidad. Por ello, en el Concurso Provincial de Agrupaciones se podrían mostrar las setenta y nueve maneras de interpretar en nuestros días el Carnaval. Los referentes han cambiado, pero no tanto como para ver a lo lejos al primer sentido de esta fiesta.

Amelia León Gómez
Vicepresidenta de la Diputación Provincial de Huelva
y Diputada de Cultura y Asuntos Sociales

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