sábado, 24 de octubre de 2009

1996-LOS LOCOS "Diez años de surrealismo en el Carnaval de Bollullos"

Nacieron cuando el trasnochado Bollullos del silencio se despertaba en los albores de un febrero que había invernado al solo amparo de “Sarmiento” como único modo de sobrevivir.

Primero como grupo callejero. Corría el año 1986 y los “Zíngaros” ya auspiciaban la continuidad y la trascendencia de una nueva filosofía festiva.
Locos andaluces de un pueblo, estigmatizados por la ruidosa alegría de bailes, música y canto, que no dejaban analizar que en lo más recóndito de nuestro ser existiese un sentimiento trágico-burlón de la vida. Un fatalismo árabe y al mismo tiempo senequiano, junto a una melancolía, no reñida con la ironía y la sensibilidad.

Una amalgama de conceptos tan mimetizados y chauvinistas como la propia tierra , que ellos destrozaban en su anárquico afán de agredir todo formalismo.

En una panadería se gestó la revolucionaria aventura. Frasco, Camacho, Asuero y el “Pi”. Rosado, Ana y Auxi, y otros/as tantos/as que rezumando inquietudes de libertad, hicieron posible que dos años después, en el solar de Frasco se madurara el nombre, como la patente de una murga, más discutido, esperado, llevado y traído de la larga singladura de tan pocos años de Carnaval.
"Locos por la música” en 1987. Cuando verdaderamente le hacía falta el impulso definitivo a nuestro carnaval. “Mascareña” y “Pintaíto”, revoltijo musical, en donde se buscaba una definición por los fueros isleños y que marcaría el sello definitivo de una murga, de una peña y de un colectivo que descartaba de la estética y de los mensajes todo barroquismo, apostando muy fuerte por el surrealismo que le inspiraba una ciudad inmersa en un maléfico y mágico embrujo de siglos.

“Arranqué las viñas de Remuñana
“pa” ponerles fresas que dejaba más”

Preconizaron, sin bola de cristal, el futuro de una moña sociedad rural. “No tienen ni música ni letras, y cantan muy mal…” Era la malévola rumorología carnavalera que no llegaba a comprender la profunda estructura de su creación multicolor, ni la rabiosa pincelada de comediantes italianos, que los hacían artistas de excepción.

Mostrando su careta humana y el verdadero espíritu, estando bajo los disfraces de bufones el verdadero realismo de los rostros de estos carnavaleros, que año tras año comprometidamente daban la cara.

Con “Mercedesnardos”, en 1988 aglutinan, no solo, un tajante alegato contra la guerra, sino la conjunción de criterios para formar la primera peña carnavalera de la ciudad. La Peña de Los Locos, ese año, con música de J. Joaquín Camacho, se manifestó contra la hipocresía colectiva del fundamentalismo religioso.
“Un mitin lo da cualquiera,
en el cine de España o en altar
con una sotana o este disfraz”.
Bien es verdad que en 1989 el escenario del Cine España se llenó del mejor disfraz de la época de la locura: conejos, bailarinas, saltimbanquis, cajas de sorpresas y todo género de personajes animados que se movían mecánicamente al conjunto de “Con mucha cuerda”. El corazón mismo intentaba equilibrarse envuelto en la fuerte emoción del circo, siendo el resultado escénico, como siempre, imprevisible.
La loca mascarada de esta edición cantaba:
-La mujer se ha “cabreao” está “jarta” de limpiar.
Y “pa” colmo de los males quiere el trapo “triki-trake”
con lo “cansá” que ella está.
Le queremos brindar un olé para esas tías
que están “ toe r día” en las fresas 
 y por las tardes “joías”.-
En una sociedad marcada por valores machos, apostar por la mujer lo tenían que demostrar, como correspondía a su tan cacareada línea de cambio de los valores tradicionales de la sociedad.
A esta murga, este año, se le suma el famoso cuarteto.
Al año siguiente, cuando en el espectro carnavalero aparecieron como “Unos indiotas muy grandes”, nacía además, la simpática murga infantil.
Murga, cuarteto y murguita compusieron la trilogía carnavalera y el hecho artístico más relevante. Ellos, todos, representados en el encuentro emocional con el arte. Sin prejuicios, donde la capacidad receptiva de su imaginación era capaz de transmitirla con gancho escénico a todo el que, con simpatía, los contemplaba.
Tenían su público y su “clá”. Las letras de Moises Calvo.

-En la reserva el “jiguerón”
/me pongo ciego y vacilón….
¿Y tu de quién eres?...
Yo del “Maera” y la “Madrile”,
yo la del “Palito”, sobrina de “Machín”
prima hermana de la niña del “Pollito” -

Las castas humildes de la ciudad estaban protagonizando un verdadero mestizaje con la libertad, rompiendo así los crueles tabúes de la mediocre burguesía.

En 1991 “Entre Fo y Fa no fallamos”, irónico trabalenguas que no acabó de cuajar. Tal vez, por mor de aquél maldito auditorio que también servía para polideportivo.

“Falla fallera, vamos a fo…¡huy!
Vamos a “fallá”, fallamos “tos”.

O tal vez por el perfil de la obsesión. O por el tremendo diagnostico de este estrambote, que nos quitaban a todos el derecho a la fornicación…haciéndonos unos reprimidos al compás de la música de Juan Luís “Er niño de Encarnita”.
Se salvaba la agrupación por aquellas letras contra la Guerra del Golfo, que cantadas con reverberación de chapas, repugnaban en las entrañas y emocionaban a la razón.

“El cielo nunca vi” en el emblemático 92. Decía una estrofa de su libreto que de Jaime no se iba ha hablar. Pero no pudieron resistir la tentación. Cual amistosos chamanes destrozaban el aura que otros obedecían. Jaime siempre entendió aquella crítica carnavalera, que dejaba tieso a algún letrista esquizofrénico.
Mientras, corría el velo de su generosidad, sobre la trastienda ominosa de una casa, donde llegaba a ser familia cualquier loco.

“Toros juntitos” en 1993. Con calvito, el maestro Rosado, Manuel Ángel y Carmen con su espléndido disfraz, evitaron la devolución del toro al corral por falta de trapío. De tintes verdes estaban impregnadas aquellas letras sobre los que malgastaban Doñana.

-Dejemos Doñana tal como está
”cerquemos Almonte que allí
hay más bichos que controlar-

Aquí se reafirmó la época del “maerismo”. el “Maera” era tierno con las espigas y duros con las espuelas, García Lorca le inspiraba una buena filosofía de dirección. Presidente tolerante y bonachón, también llevaba guardados los suspiros de toda una generación.

“Parque bibásico” en 1994. En pleno ensayo se vieron obligados a emigrar a la calle Naranjo. Parecía la “mudá” , un éxodo o un desahucio judicial. Sus letras lo reflejaban con irónica resignación:
-Un huevo nos ha costado podernos recuperar.
En el bar “pijo…” te esperamos ahora,
allí muy bien te lo puedes pasar.
¡Ay!, con ese nombrecito…
a ver quién es el que dice
que allí no da gusto estar.-

Sus alharacas carnavaleras, en ensayos y cultos vespertinos, chocaron frontalmente con la vecindad, que no querían barruntar en la madrugada el esperpéntico rumor de una fiesta nacida precisamente, de las clases populares.
Bulla de artistas “progres” que no admitían los parroquianos colindantes, porque escandalizaban en lo más profundo de sus almas a la gente de orden.

Carnaval 1995. La pérdida de valores de una sociedad pasota también se dejó sentir en esta agrupación “Los marisoles”. Una mascarada pseudo realista, que por vías del universo cultural de la comunicación, se aferraba a la tierra, que simplemente daba un dulce melonar.
Con música de Joselito Cruz, aquella letra de Moreno tenía la nostalgia de las viejas reivindicaciones de la Peña.
-Bajo el signo de la cruz bien “cobijaos”
capillitas santurrones, lo señalan con el dedo.
Si existe algún dios en el cielo.
Yo espero…yo espero que los juzgue a ellos-

Había nostalgia en el mensaje por un cura “Diamantino” que por desgracia no nos tocó tener. Mientras, Bollullos, emocionado y con coraje, se absolvía a sí mismo de sus pecados de intransigencia.
Espina, Macarena, Sergio y Juan Luís, en sus creatividades llenas de amor elogios a la magia del sur, había de lo popular, la frescura y no el mal gusto; y de lo oculto, lo refinado y no lo coñazo.
Los Locos compusieron una gran familia. Siempre parodiando y caricaturizando con voluntad de permanencia. Siempre desafiando a su pueblo contra todo uso y razón.
Fueron a la vez receptores con hospitalidad de los que más tarde engrosarían y enriquecerían sus filas, hasta el punto de ser “un peso pesado” en el contexto general de los colectivos de la ciudad. Fueron, como también García Lorca, en su oda a Walt Whitman, defensores de los derechos y libertades de aquél muchacho que se vistió de niña de comunión.
Fueron tolerantes de verdad, con los hombres de mirada verde, que aman al hombre, quemando sus labios en silencio. Cantaron a las evidencias, haciendo de la utopía una bandera loca para que lo posible se pudiera realizar.

Bien, Locos, por tantos años de apuesta seria, que os hacían tan transparentes, cuando dabais la dentellada a la desidia crónica de la gente. Tocando sin practicar, el “bel canto”, todo lo que los demás no se atrevían a tocar.
Bien, porque vosotros fuisteis de esta fiesta, la pieza casi fundamental. Cuando agredidos por la crítica de nosotros mismos, respondíais con la absurda bufonada de la solidaridad. Sin ninguna estrategia de confrontación pero con realidad.
Bien, en nombre de los que sonrieron alguna vez con vuestras odas, que enseñaban a todas las calañas, lo maravilloso que era y es nuestro rico vocabulario bollullero.

Quiero reconocer este año, en el espacio secundario que me deparó mi decisión, mi admiración y respeto por los Locos. Por un colectivo que dejó con éxito, y el éxito nunca se perdona, su impronta comunicadora en la historia de una ciudad tan falta de conciencia y tan sobrada de sentimientos.



Jaime Oliveros Camacho /La Voz de Huelva /Domingo 11Febrero 1996

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