IV- "La primera vez"
Es muy
común a todas las personas que la primera vez que nos embarcamos en algo, sea
recordado por nosotros de una forma muy especial, con gran cariño, ya sea el
primer beso, el primer amor, el primer te quiero... para los carnavaleros todo
esto es igual pero también nos ocurre con el primer disfraz, la primera
agrupación, la primera copla…
Aún
recuerdo con gran afecto mi primer disfraz. Fue en mi querida Isla Cristina, de
donde era mi padre, en la cabalgata de 1980. Me viene a la memoria como aquel
día mis tías al vernos llegar dijeron: “Venga, todo el mundo a disfrazarse que
hoy es la cabalgata”.
Comenzaron a sacar disfraces de un gran baúl y yo
alucinaba al ver a mi hermana Rocío de mejicano, a mi primo Aníbal de marinero
y sobre todo a mi hermano Maxi, el decía que de inglés, aunque en realidad iba
de un rebujo entre doña Croqueta, los Invertidos y la tía Manoli que no veas. A
mí en el reparto me tocó un disfraz de pingüino que me quedaba un poquito
ajustado. Ese día aprendí lo que es meterse en el tipo, ya que se me fueron las
costuras de la zona noble y la gente al verme andar decía: “Hay que ver lo bien
que hace ese niño el pingüino”.
Ese fue mi primer disfraz, mi primera
agrupación ya os he comentado que fueron “Los Bucaneros” y mi primera copla
para adultos, la escribí para la comparsa “A Remo y Vela” de la peña “La Noria ” y decía:
“Cada
mañana temprano yo le veía en el muelle…”
Bueno creo
que mejor que un servidor, lo hará la persona que me dio la oportunidad de
cantar y de escribir aquella letra, D. Manuel Correa.
-Manuel entra en escena acompñado de Antonio Presa con su guitarra-
Manolo canta el pasodoble del “Viejo Marino”
Fuente: Federico Pérez
Cada mañana temprano
yo le veía en el muelle
entre el crujir de las barcas
paseando su vejez.
Oliendo siempre a pescado,
a marisma y a salinas
iba el bueno de Manuel.
Un viejo abrigo cubría
cada pliegue de su piel
y una gorrilla escondía
las canas de quien ayer
fuese un hombre, marinero
que en lucha contra la mar,
¡Ay la mar!
Le fue arrancando su sustento
para que a su familia
nunca le faltase el pan.
Quemó su vida
sobre cubierta entre los remos
de su barquilla.
Cada mañana…
yo le veía en el muelle
con su gorrilla, su viejo abrigo y “toas” sus canas,
desde que un día lo jubilaran
de ese trabajo desde chaval.
Sin avisar…
Una noche de invierno se marcharía
Sin avisar…
dejando las mañanas triste y vacías.
Viejo marino…descansa en paz.
En
aquella comparsa, conocí a una de esas personas que más me satisface haber conocido
en esta fiesta, a mi buen amigo Juan Franco, a quien no podía pasar por alto
esta noche y mucho menos tras la presentación que hizo de mi cuando fui elegido
pregonero, gracias Juan.
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