Cuantas almas alegres van para el baile,
cuantos jóvenes pechos alborozados,
es que el placer los llama y es que el deseo
puso en sus corazones con arte mágico,
mil afanes de dichas, de vivas
de gozar unas glorias que habían soñado.
Vamos los dos al baile; cuanta alegría
nuestros pechos reclaman, cuantos halagos
nuestras almas serenas que aún no han sufrido,
nuestras vírgenes almas que aún no han gozado.
Mira tu como pasan tan placenteras,
de regocijo henchidas, llenas de encanto...
En el baile se encienden los corazones,
con el fuego que ha puesto como reclamo
Amor, el ciego niño que da a tus ojos
tanta luz y a tu boca besos tan gratos.
Vamos, hermosa mía, vamos al baile,
tempestad de deseos ha desatado,
la juventud que es gloria de nuestra vida,
en nuestros juveniles pechos honrados.
Volvemos del torneo de los placeres
donde hirió a nuestras almas el desencanto,
aquel adusto viejo que nos miraba
con la mirada torva y el gesto huraño.
Tu llevas sobre el seno la flor marchita
que puso cuidadosa tu débil mano.
Yo la paz de mi pecho la llevo turbada,
aquella paz divina que yo amé tanto...
El dolor nos presenta su copa llena
de las lágrimas tristes que has derramado,
esas lágrimas puras que tu has vertido
sobre el inerte cuerpo de tus encantos.
Una suprema angustia me llena el alma
de mis antiguos bienes pobre sagrario.
¿Que hizo el Amor en tanto que nos herían?
huir como un cobarde degenerado.
Más, ay! que nuestra estrella de la esperanza
nos guiará a la patria que tanto amamos,
y hollaremos las flores de sus praderas
como en los días felices, regenerados.
José Muñoz San Román.
Fuente: HERALDO DE HUELVA / Año II.-Núm.31 / Martes 28 de Enero de 1902
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