lunes, 16 de abril de 2012

2012-HERMANAMIENTO BOLLULLOS PAR DEL CONDADO CON EL CARNAVAL COLOMBINO

  
   El 5 de febrero de 2012, el carnaval de Bollullos Par del Condado se hermanó con el Carnaval Colombino en el acto del Pregón de su carnaval que tuvo lugar en la Casa de la Cultura de la localidad bollullera.

Pregonero 2012 : D. José Manuel Camacho

   En la antesala del Pregón, se inauguró la Exposición dedicada al carnaval onubense, que en este año cumplía su XXX Edición.

   Tras el pregón, la comitiva onubense dedicó unas palabras de agradecimiento a la organización de Bollullos, y se leyó un texto con el que se pretendía dar presentación y un breve conocimiento de las carnestolendas onubenses de ayer y de hoy a los presentes. 

   Este es el texto leído para la ocasión:


 Hola, buenas noches permítanme que me presente, mi nombre es Carnaval.

   Nací con los primeros albores de la Civilización, fruto del deseo y la humana necesidad de dar rienda suelta al gozo, la gula, el desenfreno, la lujuria, el regocijo, la alegría, el bullicio y la celebración.

   Cada cual púsome un nombre que justificase mi sola existencia, Apis, Baco, Saturno… y me hice tan popular, que pronto, cual emperador de risa y festividad pude extenderme por el ancho mundo, ganando adeptos y fieles vasallos, formando el mayor ejército jamás conocido. Así llegué a Europa y a cada rincón de sus confines, donde unos y otros me nombraban y renombraban con los más singulares nombres.

No hace mucho, en la cuenta de mis años, que me comenzaron a denominar con el nombre de Carnaval.
   Carnaval, el metamórfico: capaz de tomar cualquier forma imaginable. Señor de la máscara, espectral, suntuoso, sencillo, dadivoso, espontáneo, gracioso, hipócrita, jovial, jocoso, jubiloso, loco, noble, pobre, novedoso, perfecto e imperfecto, inacabado, ridículo, tolerante, Universal, valiente, despectivo, zafio... mil y una caras...y todas son mías: porque así me ve el pueblo.

   Carnaval, ese es mi nombre y allá donde me presento se me tilda con el apellido de procedencia, dando por sentado mi casamiento con el lugar, así soy carnaval: de Venecia, de Oruro, de Barranquilla, de Tenerife, de Cádiz, de Río de Janeiro, y en estas tierras colombinas... el de Huelva: nombre que llevé por muchos años.

   Fue cercano al inicio del siglo decimonónico desde cuando se tiene constancia escrita de mi existencia en Huelva, en donde la broma, la mascarada y el baile, protagonizaban mi alegre presencia. En donde también, en la expresión más popular del pueblo me manifestaba en desfiles callejeros al son de las murgas, las comparsas, los orfeones o las estudiantinas, llegando a formar concurso de ello a finales de mil ochocientos, atrayendo hacia mi, Carnaval de Huelva, a los distintos batallones de copleros venidos de otras tierras. Eran años de bonanza, en donde algunos onubenses dejaron huella y constancia de una tradición que se perdió absurdamente por la mano inquisidora de algún dictador.

   Corría el año de 1983, cuando hombres y mujeres de la vieja Onuba, intrépidos locos movidos por el ardiente deseo de hacerme resurgir de entre mis esparcidas cenizas... me volvieron a la vida. Y así en la ciudad del bíblico Tinto y el Odiel, el 26 de febrero de aquel añío, en un desfile de carrozas casi improvisado, la primera andanada de mis fieles carnavaleros onubenses se echó a tomar las calles de Huelva. El primer paso estaba dado y a partir de entonces el Carnaval de Huelva fue ganado adeptos, e imprimiendo en aquellos primitivos pasos su propia identidad. Así, a mis reinas las llamó Choqueras, la popular sardina fue sustituida por el Choco, y todo cuanto se hacía iba encaminado ha hacerme distinto entre los demás, de tal modo que se me puso el apellido de Colombino, en referencia a aquella gesta que marcó el destino de Huelva por el espíritu emprendedor de los hombres de Huelva y su provincia.

   Yo... Colombino, me iba haciendo grande: peñas; autores; directores; carnavaleros de a pie; fiestas de barrios; una gran cabalgata; más veinte mil personas de echaban a las calles de Huelva contagiando la ciudad de una alegría... que ni los sexagenarios de entonce lograban recordar.

   Pero los deseos de los que daban vida a Colombino, en su sueño de grandeza, se miraban en el espejo de otros carnavales, tratando de emular lo que en su tradición habían perdido hasta el punto de haberlo olvidado. Y en una lucha desmedida entre la expresión de teatro y la expresión de calle, me llevaron a engrandecerme teatralmente: primero abriéndome a la provincia, atrayendo hacia mi templo, el Gran Teatro, las huestes de copleros de: Punta Umbría; de San Juan del Puerto; de Bollullos Par del Condado; de Valverde del Camino; de Gibraleón; de Ayamonte; de Niebla; de Nerva; de Riotinto; de Isla Cristina; de Cartaya; de Lepe...

   Muchas de mis antiguas peñas cayeron con sus murgas, sus cuartetos y comparsas en el intento de estar a la altura de la batalla. Otros tantos dejaron su piel de purpurina colgadas o abandonadas en los más recónditos lugares de algún trastero, olvidando las máscaras que portasen en aquel espectacular resurgir en lo alto de algún ropero desvencijado... como si aquello que un día les movió no hubiese existido: me negaron, me dieron la espalda, y me sentí perdido.

   Las calles de Huelva… ya no eran lo mismo: yo Colombino, veía como se replegaban mis seguidores callejeros, como se desnutrían mis cabalgatas y mis bailes, y como el resto de la sociedad me observaba de reojo, tan solo clavando su mirada en mi cuando salía en desfile a la calle, para ser testigo y evaluar mi triste situación.

   Pero si hubo algo en mi que mantuvo mi espíritu vivo, que le dio sentido a mi existencia y a sobrevivir ante la adversidad... fue: el tesón, la constancia, el empeño, el trabajo y las ganas de mi tuvieron mis más fehacientes guerreros, que por una causa u otra hicieron frente a mi destino, y siguieron soñando, quisieron hacerme más grande aún, volviendo a acertar en mi expresión teatral y abriendo nuevamente la batalla de mis coplas a todas las carnestolendas conocidas.

   Es innegable que a día de hoy con solo decir mi nombre: “Colombino”; es sinónimo de teatro; de encuentro; de calidad; de copla; de concurso; de señorío de escenario… Respaldado por esa joya de granito y piedra que llamamos Gran Teatro. Yo, Colombino, escribo mi historia: mucho de teatro y un poco de calle, y lanzo mi mensaje a los míos, a mis incansables benefactores para que en una unión de fuerzas, sean capaces de hacer resurgir lo que un día también como callejero me hizo grande. La formula la desconozco, pero quizás, las luces que arrojan otros carnavales como el de Bollullos Par del Condado, les pueda dar la receta mágica para conseguir el sueño anhelado de un gran carnaval de calle.

   El paso a paso, la unión, el respaldar aunque sea tan solo con una simple presencia cada idea, cada acto, cada iniciativa, movidos por el ansia de superación desde la humildad y el trabajo, centrándose en que todo sois carnaval, sin ánimos de protagonismos y con el fin de divertiros podréis hacer que yo, Colombino, sonría cada febrero.

   Quererme como soy y no por quien soy, siempre de todos… Carnaval Colombino.

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