domingo, 3 de enero de 2016

2003-REVISTA OFICIAL "El Carnaval: entre el pasado y el futuro"

CARNAVAL HUELVA / CARNAVAL COLOMBINO "Por Blas Miguel Hernández"

Antes de entrar de lleno en la temática de este sencillo artículo, quiero agradecer a la FOPAC su invitación a participar en esta revista. A lo largo del texto lanzaré dos pasarelas, una entre el Carnaval anterior a la Guerra Civil y el moderno, y otra entre Huelva y la provincia.

Sin duda, muchos de los carnavaleros actuales pensarán que esta fiesta siempre se ha celebrado con estructuras, letras y musicalidades semejantes a las actuales. Pues no, en el período previo a la prohibición del Carnaval en 1937 por Decreto del General Franco, el carnaval onubense poseía un carácter propio tanto en la modalidad de comparsa como en el de murga (el término chirigota no se empleaba por estos lares).

La comparsa, con una instrumentación basada en instrumentos de viento, laudes y guitarras, entonaban coplas a ritmo de pasodoble, tango, vals o mazurca utilizando como matrices la zarzuela o canciones populares. Pero la escasa o nula originalidad en las músicas era bien compensada por la carga dramática de las letras, inspirada en los acontecimientos políticos de la época como la Guerra de Melilla o la República. A lo anterior se le unía la denuncia social desde una perspectiva izquierdista y una recurrente obsesión por el tema de la madre buena frente a la mujer perversa, temática muy frecuente en los romances que se publicaban en hojas sueltas para la venta al público.

La murga, ausente de guitarra e interpretando sus coplas con el ritmo básico del bombo, también acudía frecuentemente a la crítica social pero dando más protagonismo a la picaresca sexual, unas veces con ingenio y elegancia, otras de forma chabacana y grosera.

Estos modelos de agrupaciones que acabo de describir someramente estaban extendidos en toda la provincia, y obviamente no coincidían con los modelos gaditanos. La difusión de los arquetipos de Cádiz, entonces muy limitada, tendrá que esperar a la recuperación del Carnaval con la llegada de la Democracia. Curiosamente Huelva, Bollullos y otras poblaciones retomaron los Carnavales en 1983/84. Hacía falta un clima de libertad y tolerancia para que las coplas escaparan de las tabernas y de las prohibiciones. Posteriormente con las retransmisiones por televisión del Carnaval Gaditano, el llamado patrón Cádiz se imponen en nuestra provincia de forma inexorable. Hoy, al parecer, nadie puede pensar un repertorio con matriz diferente a los de la Tacita de Plata.

Me parece importante destacar también el extraordinario arraigo popular de esta fiesta en un contexto donde no existía mucha competencia festiva frente al mundo carnavalesco. Las clases populares se adueñaban de las calles mientras las acomodadas celebraban en Huelva capital brillantes bailes de disfraces. Actualmente, observo como el Carnaval de Huelva capital está anclado en las actividades entorno al Teatro y, pese a los nobles objetivos de la FOPAC de abrirlo a las calles, una vez que ha finalizado el Concurso de Agrupaciones se torna raquítico, casi testimonial. EL gran reto de los carnavaleros onubenses seguirá siendo implantar el Carnaval en el centro y en los barrios; tarea ardua pues la identificación de sus habitantes con la capital aún es muy precaria. Huelva, a causa de su poblamiento de aluvión en los años sesenta y setenta, es una ciudad que vive mirando a la provincia. Casi todos, si nos preguntan, decimos que aunque vivamos en Huelva somos del pueblo tal, pueblo que visitamos con notable asiduidad. Este fenómeno, por el contrario, no se da en Sevilla (la provincia allí vive mirando a la capital) o en el entorno de Cádiz. 

Para cerrar el artículo deseo comunicar a las jóvenes generaciones carnavaleras que nuestra fiesta no nos llegó caída del cielo. Fue fruto de la lucha por la democracia y las libertades; en definitiva, del logro de la libertad de expresión, algo que puede resultar baladí en la actualidad pero que para muchos fue una razón vital durante muchos años.

No olvidemos, pues, nuestras raíces liberales en una de las pocas celebraciones laicas del año festivo. Y no nos empeñemos en ser corales polifónicas que cantan coplas “bonitas”, bien armonizadas pero vacías de contenido o hacen de chistes malos cuplés desabridos. Somos, en definitiva copleros aficionados, voceros del pueblo que actúan como periódicos orales que denuncian hechos y situaciones para mejorar nuestra existencia cotidiana, para recordar a los poderosos su condición humana y, cómo no, para liberarnos de fantasmas y ansiedades. Ya en las fiestas Saturnales romanas, precursoras de los Carnavales, los esclavos se burlaban de los emperadores, senadores y tribunos. Así que no seamos coros de grillos que cantan a la luna si no lo que hemos sido siempre; juglares de la libertad; de otra manera el Carnaval, ineludiblemente, dejará de ser necesario y funcional para la sociedad onubense del siglo XXI.

Diego Martín Díaz
Sociólogo, investigador y autor del libro “Un modelo de Carnaval rural”

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