Un año más el Carnaval sale al encuentro de nuestras vidas con su carga de ilusiones, retos, buenos propósitos, afanes de diversión, ganas de ver y de mostrarnos, deseos de aplaudir y que nos aplaudan, necesidad de decir y que nos digan….
Durante doce meses, cuarteteros, murguistas y comparsistas, letristas y músicos, han estado estrujándose la imaginación para dar con el “tipo” deseado, las letrillas que van a salir de su boca y las músicas que mejor puedan servir de vehículo al mensaje que pretenden transmitirnos.
En las últimas semanas se buscarán elementos que apoyen la puesta en escena o enriquezcan los disfraces; se escribirán los últimos textos que reflejen ese acontecimiento de ayer mismo, y se ajustará la música para que permita el mayor lucimiento de las voces.
En estos trescientos y pico días, las peñas habrán hecho todo tipo de actividades, convivencias, excursiones… a fin de mantener viva para ellos y los próximos la llama del Carnaval. Seguro que han participado en la confección de los trajes, y sus aportaciones al repertorio y a cuantos elementos juegan en el concurso, habrán sido tenidas en cuenta para que el resultado final deje satisfechos a todos.
La FOPAC, por su parte, amén de superar los inevitables avatares internos, habrá ideado, pulido, estudiado minuciosamente todos y cada uno de los actos que habrá de ofrecernos el Carnaval de 1998. Todo ello sin escatimar esfuerzos, tiempo e imaginación.
En contrate con este frenesís creador que imprima la vida de todo cuanto se mueve en o alrededor de FOPAC, peñas y agrupaciones, en esas semanas previas al Carnaval, para tener todo a punto, a otros ciudadanos, a muchos, a la mayoría, la llegada de la Fiesta de la transgresión los coge con el pié cambiado, o con la imaginación o el interés puesto en otro sitio. Lo que se traduce en una participación más bien escasa y circunscrita a la Cabalgata y el Entierro del Choco.
Se de los intentos, no exentos de esfuerzo adicional en lo personal y en lo económico, de todos los que han tenido alguna responsabilidad en la organización de los carnavales, por conseguir que los onubenses todos se sumen a esta celebración. Y sé también que la falta de respuesta no es el mejor estímulo para seguir intentándolo. Por eso hoy, a las puertas de una nueva edición, aprovecho esta tribuna para decirle, a estos que no cejen en el empeño y sigan buscando fórmulas para hacer del Carnaval un fiesta más participativa, en la que cada ciudadano, embutido en su personaje, sea protagonista de su propio juego. A los demás, que se dejen de complejos y aprovechen estas fiestas para ser quienes quieran y decir y hacer lo que durante el resto del año no han sabido, o querido, o podido… Y a todos, que este 1998 sea su mejor Carnaval.
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