Este año, léase este Carnaval, se cumplen para mí 27 años de que fui llamado por el dios Momo para formar parte de este largo séquito que adorna “desenfadadamente” sus fiestas a lo largo y ancho de toda la geografía mundial.
La verdad es que entre en ella un poco engañándome, pues todo me atraía menos un detalle y este, me costó bastante trabajo superarlo, pues yo tenía ese problema que padecemos en Huelva muchos de los de mi generación, o sea, que me da vergüenza disfrazarme.
Lo que si es cierto es que aquello tenía que vencerlo, pues a mi el espectáculo que me ofrecía el Carnaval me atraía y yo, que vivía el mundo de la música desde los 13 años no podía dejar pasar aquella oportunidad.
Y tanto que lo viví y de qué manera. Comencé en la bella ciudad, conservadora de los carnavales, Isla Cristina, donde fui destinado por motivos de trabajo. Fueron 18 años de ir y venir desde Huelva donde ya vivía. Y así comencé mi andadura en el mundo del Carnaval, donde año tras año empecé a desgranar personajes, decorados, coreografías, alabanzas y críticas, música y todo lo que ha sido para mí el Carnaval, “la comparsa”. Quizás porque con ella era capaz de decir lo que diariamente no somos capaces y por encontrarme en un medio de comunicación donde me siento muy a gusto, cantando. Además, recibes un gran reconocimiento de ese pueblo al que va destinado el mensaje y a cambio ellos te dan su aplauso, ese aplauso que es el corazón y sentimiento de un pueblo vivo y el que lo recibe con ese aplauso se emborracha, con la satisfacción del deber cumplido.
Se emborracha el Carnaval, con el deseo noble de salirse de lo vulgar, de lo cotidiano, de lo anodino y poder disfrutar por unos días de una forma diferente. Por eso te diría que no te olvides de hacer, aunque sea unos días al año, Carnaval, alegra tu vida y alégrasela a los demás. Disfraza tu vida.
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