CARNAVAL HUELVA / CARNAVAL COLOMBINO "Por Blas MIguel Hernández"
Como ocurriera en otros muchos lugares de España, el despertar democrático de finales de los años setenta, se manifestó, entre otras muchas maneras, en una sana e inmensa alegría de vivir. Los años anteriores al desencanto político, en que aún parece permanecer parte de nuestra sociedad, desempolvaron viejas tradiciones, aletargadas y larvadas durante el franquismo, que hacía de vehículo casi espontáneo a la libertad y la alegría. En el Carnaval confluían ambas posibilidades básicas.
Como ocurriera en otros muchos lugares de España, el despertar democrático de finales de los años setenta, se manifestó, entre otras muchas maneras, en una sana e inmensa alegría de vivir. Los años anteriores al desencanto político, en que aún parece permanecer parte de nuestra sociedad, desempolvaron viejas tradiciones, aletargadas y larvadas durante el franquismo, que hacía de vehículo casi espontáneo a la libertad y la alegría. En el Carnaval confluían ambas posibilidades básicas.

Conviene no olvidar nunca este origen democrático en la recuperación de la fiesta. Pues, aún antes de las dificultades del franquismo, los carnavales siempre estuvieron enfrente a los sectores más conservadores de la sociedad que, en función del eco que sus principios tuvieron entre los representantes políticos de la ciudad, los llevaron a épocas de mayor o menor esplendor.
Ya en 1815 el Ayuntamiento de Huelva asumió e hizo pública una Real orden en la que se decía que “El Rey quiere que se renueven las leyes y disposiciones reales prohibitivas de máscaras”. Como cabía esperar quienes salen especialmente mal paradas son las mujeres, a las que el bando prohibía: “El andar de día disfrazadas y con caretas por las calles y plazas…Las que infrinjan esta determinación serán detenidas.” La mano conservadora se deja notar también en la prohibición expresadle “uso de trajes sacerdotales, órdenes religiosas y eclesiásticas”.
A pesar de todo el Carnaval de Huelva sobrevivió hasta que la feroz oposición del clero, el ambiente político, la censura sobre la prensa y la Guerra Civil se encargaron de arrinconarlo. Tímidamente y con ciertos titubeos fue resurgiendo desde los primeros años ochenta del siglo pasado. Gracias a la iniciativa del Ayuntamiento de entonces, algunos colectivos ciudadanos le dieron el impulso definitivo al carnaval de hoy. La organización de festejos y el esquema de aquellos años, en sus líneas generales, sigue estando vigente.
No obstante, es posible que en los últimos años nuestro carnaval haya perdido en parte su escenario por excelencia: la calle. Estaremos todos de acuerdo en que la fiesta se constriñe si la encerramos en las Peñas o en el escenario del Gran Teatro, pues lo que mejor define al Carnaval es la amplia participación popular en la fiesta y en la espontaneidad de los barrios, de la calle. Siempre se ha tratado de una fiesta que se resiste a convertirse en oficial y que recobra su fuerza salvaje, su esplendor, puertas a fuera, mucho más allá de los actos protocolarios y de los desfiles.
Esta es la gran apuesta de la FOPAC para esta edición: la recuperación real y feliz de un espacio para el jolgorio y la denuncia del mejor tiempo, en el tiempo de la libertad, en donde los ciudadanos asumen la crítica de la vida como algo que les es consustancial, y a lo que, además, tienen derecho: al menos durante los días en que llenan plazas y callejones con sus tangos y cuplés, con sus pasodobles y “popurríes”, con sus historias vividas e inventadas, no importa, porque constituyen un exponente más de nuestra realidad.
Mis más fervientes deseos para que este Carnaval sea todo un éxito. La amplia experiencia de la fiesta y la capacidad de sus organizadores se lo merece.
José Cejudo Sánchez / Presidente de la Diputación Provincial de Huelva
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