martes, 12 de julio de 2011

Seis entre centenares

 Miles de kilómetros de Huelva a Almería ofrecen calas recónditas y arenales inmensos en la comunidad autónoma andaluza, destino de visitantes con un objetivo común: encontrar la playa perfecta. Aquí se ofrecen media docena de propuestas Si hay algo que caracteriza a las playas de Marbella y San Pedro Alcántara es la historia que hay detrás de ellas. Desde Guadalmina hasta Cabopino, las torres almenaras que en su tiempo sirvieron para vigilar la costa de la llegada de piratas e invasores, ahora se convierten en testigos mudos del ocio y el relax de aquellos que disfrutan la arena y el mar cada día.


El Rompido (Huelva)

   En Guadalmina, donde la bandera azul ondea con fuerza desde principios de mes, las playas son ahora menos kilométricas que antaño, si bien este es un mal que se achaca a los 27 kilómetros que tiene el litoral marbellí. Sin embargo, la arena sigue teniendo bastante calidad, si bien a veces aparece alguna piedra indesable. Los servicios a su alrededor están en consonancia con la zona de alto standing en la que se ha convertido la urbanización: clubes de playa selectos, restaurantes de renombre como El Ancla, situado a orillas del Mediterráneo, y muy cerca de otros importantes restos arqueológicos: la basílica de Vega del Mar, con la única pila bautismal de doble pozo que se conserva en Europa.

   Pero es en el otro extremo de la ciudad, en Cabopino (en el límite con Mijas Costa), donde se mantiene semioculto uno de los paisajes más bellos de la Costa del Sol: las Dunas de Artola, una playa enclavada en el paraje natural del mismo nombre, y a cuyos pies se encuentran la playa de Cabopino. Con la Torre de Los Ladrones (un Bien de Interés Cultural) como testigo, una construcción de origen romano (como apunta su planta cuadrada) que después fue remodelada por árabes y cristianos. Las dunas nacieron gracias a los vientos dominantes de dirección noroeste y las corrientes litorales, que aportaron arena hasta formar un cordón dunar de una veintena de kilómetros de los que apenas quedan este reducto, algo en el Barronal de La Morera y otras pequeñas dunas a lo largo de la zona de Las Chapas, al este del núcleo poblacional de Marbella.

   En este enclave se aprecian tres tipos de dunas. En primera línea de playa, aparecen dunas con cierta movilidad, fáciles de distinguir por presentar rizaduras. Más al interior, como una barrera paralela a la costa, se encuentran las dunas móviles inactivas, cubiertas ya de vegetación. Y en una posición más alejada, se hallan las dunas fósiles inmóviles, invadidas de un denso pinar. Nada mejor que perderse entre sus dunas para apreciar su belleza, pero preferiblemente en los senderos habilitados.

   Esta playa, por cierto, es la única naturista que hay en la localidad. Además, su arena es fina y clara, y sus aguas, de las más transparentes de la ciudad. Con la marea baja es posible entrar en el mar hasta bien lejos sin que llegue a cubrir el agua, ofreciéndose así ante el bañista un espectáculo único de arena y vegetación milagrosamente salvada de los desmanes urbanísticos.

   Si nos acercamos hasta Marbella, las playas del Pinillo y de El Cable (al este del puerto de La Bajadilla), junto con la de La Bajadilla (al otro lado del recinto portuario) y, en el extremo oeste, la de Casablanca, son las que conservan mejores calidades de arena. Por desgracia, las playas del núcleo urbano se encuentran en un estado de degradación importante, para lo que se reivindican soluciones como los espigones sumergidos. / bárbara rodríguez

Flecha de Nueva Umbría (Lepe, Huelva)
  Verano en la ciudad, dice la canción. El interior de Andalucía crepita bajo temperaturas infernales, con los termómetros a punto de estallar. Demasiado calor. Y sin embargo, al mismo tiempo, la comunidad autónoma ofrece miles de alternativas en su extenso litoral, tantas como miles de kilómetros que se reparten calas escondidas -cada vez menos, es la verdad- y arenales en los que perder la vista. A algunas de esas playas sólo se puede llegar a pie, conservan aún parte de su virginidad natural frente al asedio del turismo en masa; otras, por el contrario, convierten el gentío de visitantes en parte de su encanto: son las llamadas playas urbanas, que conviven con la catedral, el Ayuntamiento y las fiestas locales. De lo que se trata, en todos los casos, es de escaparse a cualquiera de ellas durante estas fechas. Y de Huelva a Almería, en el Atlántico y en el Mediterráneo, tanto el visitante como el andaluz tiene donde elegir. Es el regalo, como no se cansan de transmitir la propaganda institucional y la publicidad privada, que ofrece la región. .. Cabo de Gata, Costa de la Luz, Costa del Sol, Costa Tropical... La oferta es variada y en ella brota con facilidad -a veces demasiada, hasta ser excesiva- el término paraíso. Con todo, el atractivo es indiscutible. Mar y sol son los protagonistas del paquete turístico que presenta Andalucía de una punta a otra de su costa, que este año ha visto incrementado su número de playas certificadas con la distinción Q de Calidad Turística, al pasar de 53 a 59 y así aglutinar más de la tercera parte del total a nivel nacional. Además, en esta edición de 2011, 33 municipios costeros andaluces han recibido las banderas azules otorgadas por la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (Adeac). La comunidad ha obtenido un total de 91 reconocimientos de este tipo, dos más que el año anterior, de los que 66 han recaído sobre playas, 15 en puertos deportivos y otros diez en centros de educación ambiental. Las cifras no vienen sino a confirmar a Andalucía como la primera comunidad autónoma en kilómetros de playas galardonados al sumar 112 kilómetros, lo que representa el 15% del país. Pero el visitante puede, también, disfrutar de zonas no tan catalogadas ni conocidas, donde todavía es posible perderse, o al menos alejarse, de esa guía oficial demandada por la mayoría. Y así, playas naturistas alternan con otras urbanas y llamadas familiares en un rosario interminable cuya propuesta común es, por encima de cualquier otra, la calidad. Es esta la característica principal de la media docena que se ofrecen, a modo de propuesta, en este reportaje, y que ejemplifican y condensan -cada una a su manera- algunos esos muchos atractivos que pueden descubrirse en el litoral andaluz: la playa de los Genoveses en Almería, en pleno corazón del Cabo de Gata; las Dunas de Artola, un tranquilo y bello paraje en la tumultuosa Costa del Sol; La Flecha, una lengua de arena dorada, toda una joya geológica en el Atlántico onubense; La Victoria, la playa de ciudad por excelencia, un inmenso arenal al que se asoma Cádiz y que es destino cada verano de miles de familias; los rincones que ofrece la Costa Tropical granadina, donde sobresale la playa naturista de Cantarriján, y Torreguadiaro, en el Campo de Gibraltar, con su peculiar arena oscura y con atractivos tan cercanos como Sotogrande. Son seis ejemplos a modo de folleto, como podía haber sido otra media docena cualquiera, entre Huelva y Almería, que demuestran la buena salud del litoral de la comunidad.

  Cuando un turista divisa la playa de los Genoveses descubre uno de los paraísos que la naturaleza ha creado en el Mediterráneo. Sus dunas y domos volcánicos seducen a productores y directores del mundo audiovisual que escogen este monumento natural para rodar imágenes de sus anuncios publicitarios, series de televisión, videoclips y algunas secuencias de películas. Esta playa se encuentra en San José, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar.

  Dispone de una gran extensión, con 1.180 metros de longitud por 40 de anchura. En este rincón virgen, los chiringuitos se ausentan y los paisajes salvajes evaden al turista. La mano devastadora del hombre no ha edificado por este paraje natural y su acceso es de tierra.

  Actualmente, se puede acceder caminando entre las rocas, vegetación y dunas; en autobús con un coste de un euro; en barco; y en vehículo propio, pero la zona de aparcamiento vale, por primera vez, cuatro euros. El horario es de 9:00 a 21:00 horas, y por la noche el parking está cerrado.

   Está aproximadamente a dos kilómetros de San José por lo que se convierte en un paseo, si no se carga con mucho peso. Es uno de los lugares de sol y playa preferidos por los turistas y propios almerienses, pero se aleja de la masificación de otras playas españolas.

   El morrón de los Genoveses abraza una reserva marina integral que se puede observar desde 25 metros de profundidad. La práctica de buceo se convierte en un atractivo recorrido por el fondo del mar. Su arena es fina y dorada, y los bañistas pueden caminar durante un largo recorrido hasta que no den pie. Sus aguas son cristalinas y el turista puede ver sin zambullirse en el mar, lo que se encuentra en el fondo.

   En esta playa, que destaca del resto del Parque Natural por su gran extensión, se practica el naturismo por zonas, aunque no es oficial como en la cala del Barronal, que está al lado de otra mítica como la de Mónsul, pero hay rincones en los que se permite, principalmente en su extremo derecho.

   Es uno de los rincones más bellos y paradisíacos de la costa almeriense, que ha sido declarado Reserva de la Biosfera.

   Su vegetación consta de eucaliptos, palmitos y pitas que embellecen el entorno y convierten todo el paisaje en un espacio distinto al resto de playas de la provincia de Almería.

   La playa de los Genoveses cuenta con hechos históricos significativos. Su nombre surge en el año 1147 cuando los genoveses desembarcaron en la costa para ayudar a Alfonso VII en la reconquista de Almería. Además, aquí se agrupó la Armada Española antes de partir a Lepanto.

   En esta playa se puede observar cómo las personas que acuden van totalmente equipadas para pasar el día completo. Estar a la sombra y con una buena nevera son los acompañantes perfectos. Es una playa idónea para los niños por el mínimo oleaje y por su poca profundidad. Los turistas que deciden estar la mitad del día pueden disfrutar de los bares de pescado, restaurantes , heladería y el resto de servicios que complementan la oferta turística de San José. / Fran Murcia


Flecha de Nueva Umbría / (Altura de El Rompido,Cartaya- Huelva)

   A caballo entre los estuarios del Guadiana, en la localidad fronteriza de Ayamonte, y los ríos Tinto y Odiel, en la capital provincial, el océano Atlántico coquetea con el litoral onubense en la desembocadura de otro de los ríos de la provincia, el Piedras, menos conocido que los anteriores pero no por ello menos importante, formando un auténtico monumento natural. Sin duda se trata de la Flecha del Rompido, una lengua de arena de doce kilómetros única por sus características en todo el litoral español que discurre de forma paralela a las costas del poblado marinero del mismo nombre. Toda una joya geológica que crece aproximadamente unos 30 metros al año y que ha sido modelada día a día desde hace ya dos siglos por los aportes del río Piedras, por el flujo y reflujo de las mareas, por la deriva litoral y por los vientos del suroeste dominantes en la zona.

   En definitiva, doce kilómetros de playas casi vírgenes de dorada y fina arena incluidas en el Paraje Natural Marismas del Río Piedras y Flecha del Rompido y protegidas adicionalmente por su condición de Zona de Especial Protección para las Aves -Zepa- y Lugar de Interés Comunitario -LIC-.

   Figuras de protección medioambiental que, sumadas a la complicada accesibilidad a la zona, dan como resultado unas playas tranquilas, poco visitadas, y en las que hacerse con un hueco para plantar la sombrilla y disfrutar de un excelente día de sol y mar dista mucho del resto de enclaves cercanos, bastante más saturados.

   Y es que para acceder a las playas de la flecha, que se dividen casi de forma natural en dos sectores, el de la playa de Nueva Umbría, hacia occidente, y el de las playas situadas geográficamente hacia el este, justo frente a las costas de El Rompido, sólo hay dos formas posibles.

Flecha de Nueva Umbría El Portil /
términos de Cartaya y Punta Umbría-Huelva)
   En coche recorriendo un tortuoso camino que partiendo desde el poblado marinero de El Terrón, en Lepe, lleva al visitante hasta la playa de Nueva Umbría, la única de la provincia de Huelva calificada como nudista; o la más habitual, haciendo uso de los distintos transbordadores que operan a diario y de forma continuada, y que transportan al viajero desde las playas fluviales de El Rompido, San Miguel y Nuevo Portil, en el término municipal de Cartaya, hasta la orilla fluvial de la Flecha.

    Para arribar a mar abierto, los usuarios de los transbordadores deberán aún atravesar a pie alguna de las cuatro pasarelas de madera que atraviesan de norte a sur los aproximadamente 150 metros aproximados de anchura de la manga arenosa, las cuales discurren por un rico paraje natural de dunas y marismas mareales donde destaca la presencia de abundantes especies vegetales típicas de ambos hábitats, numerosas especies de aves, algún que otro mamífero y reptiles como por ejemplo el camaleón. Las gentes de El Rompido la llaman la otra banda, la cual no debe dejar de ser visitada por todos aquellos amantes de la playa, la tranquilidad y la naturaleza ya que el intenso azul del océano y sus interminables playas provocan sensaciones difíciles de describir y comprender para los que no han estado allí. / jordi landero

   La Victoria es una de las apuestas seguras del verano nacional. Su nombre aparece asiduamente en todos los listados de las mejores playas del país que publicaciones especializadas editan por estas fechas, y siempre con un epígrafe inequívoco: la mejor playa urbana. Sus 2,8 kilómetros de extensión y su impresionante bajamar la convierten en un reclamo cómodo y atractivo para el turismo de cualquier edad. Este año ha perdido la bandera azul de los mares limpios de Europa pero mantiene la Q de calidad y el certificado Aenor de calidad medioambiental. Aunque es la que más personas acoge, sobre todo en sus célebres y polémicas barbacoas del Trofeo Carranza, en los carnavales es siempre la otra, una secundona resignada ante la belleza singular de La Caleta, que cada año recibe una inagotable retahíla de piropos. No obstante, también ha recibido algún requiebro por su amplitud y su apertura a la inmensidad de un Atlántico donde uno quiere adivinar la ruta a las Américas. La Victoria es mucho más que una playa; en ella se celebran desde conciertos multitudinarios de artistas reconocidos a competiciones deportivas de primer nivel internacional, como campeonatos de voley-playa o balonmano-playa. Cuenta con todo tipo de servicios para los ciudadanos y destaca la atención para minusválidos, que pueden acceder a módulos especiales a través de accesos adaptados. La actividad en la principal playa gaditana comienza desde bien pronto, cuando monitores municipales dan clases de yoga o taichí a todo aquel que lo desee. El atardecer es un placer que no conviene perderse, sobre todo si se tiene la suerte de disfrutar de la bajamar con eso que los gaditanos llaman levante en calma. Un baño con el sol adormeciéndose al fondo puede parecerse mucho al paraíso. Cuando llega la noche es el momento de sentarse en uno de sus chiringuitos y disfrutar de una buena caballa con su piriñaca. / p. m. espinosa

    El litoral granadino está jalonado por torres vigía, de origen musulmán, testigos de un pasado bélico en el que los piratas asediaban a la población, impidiendo los asentamientos cerca de la línea de playa. Cuando esta violencia cesó, surgieron los pueblos marineros y, más tarde, la costa se convirtió en el reclamo del turismo y de los privilegiados que deciden vivir y dormir bajo el arrullo del mar. Entre las múltiples playas para todos los gustos que posee la Costa Tropical de Granada, el viajero puede disfrutar de una amplia oferta donde disfrutar de un buen baño con una temperatura del agua que hace juego con el nombre de este litoral. En este abanico de posibilidades, se pueden encontrar playas naturistas, como Cantarriján o El Muerto, de aguas transparentes (Calahonda), aisladas (el Ruso o La Joya), elitistas (Playa Granada, junto al campo de golf), semiurbanas (Cabria-Currumbico y Calabajío) o urbanas como Poniente, San Cristóbal o Velilla. Las características comunes a todas ellas son cálidas y cristalinas aguas y arena oscura. Entre Velilla y El Pozuelo, en Almuñécar, está la playa de El Tesorillo, poco concurrida y tranquila, con un espigón natural de rocas que protege a los bañistas del oleaje. Con 80 metros de largo y 55 de ancho, supone un marco inigualable por la presencia tan cercana de una torre vigía, una de las atalayas construidas en el siglo XVI para controlar las incursiones de piratas y que permite al visitante imaginarse escenas de acción de tiempos pasados.Otra de las ventajas de este pintoresco lugar es que está bien comunicado con la N-340 y la A-7 en dirección Málaga. En este encantador rincón el visitante puede disfrutar de amplios servicios, como restaurantes y pubs en la misma cala o alquiler de hamacas y alojamientos cercanos. Muy recomendable es el paseo al centro de la ciudad (a 2 kilómetros) recompensado por una magnífica puesta de sol./ nacho martín

 ¿Son posibles varias playas en una? La de Torreguadiaro, localidad del municipio de San Roque, responde que sí. Esta playa reúne un conjunto de atractivos que sólo es posible hallar por separado. En sus 1,3 kilómetros de arena oscura Torreguadiaro, sin embargo, es capaz de aglutinarlos. Y además con la calidad y servicios que garantiza la bandera azul de la que goza desde el año 2006. Torreguadiaro es, para empezar, una playa de un pueblo con encanto, cuyo barrio marinero atrapa en San Juan y con el Carmen. La población actual, de hecho, surgió en torno a la concentración de pescadores llegados de la costa malagueña y del Campo de Gibraltar. La playa sabe conciliar, no obstante, el sabor de postal con un espíritu urbano. Es cómoda con sus 300 plazas de aparcamiento junto al pequeño paseo marítimo, que tiene parque infantil y zona deportiva. Y al lado de éste se despliega un bulevar gastronómico con casi una veintena de establecimientos de restauración, algunos con terrazas que se asoman al mar. Chiringuitos, por cierto, hay cuatro, dos en el barrio de pescadores y otros tantos ya dentro de la arena, frente al paseo, en los que lo mismo pincha un DJ que se escucha música en directo. Pero no son estos los únicos ganchos del lugar. Torreguadiaro también presume de ser playa de un enclave natural. En concreto de su laguna protegida, un humedal de dos hectáreas desde el que es posible la observación de aves migratorias en ruta entre Europa y África. Este espacio convive, además, con lo que espera al otro lado del final de la playa, el puerto deportivo de la exclusiva urbanización de Sotogrande, con su café con hielo frente a lujosos yates. Y, por si fuera poco, historia. Dos torres vigías del siglo XVI, una restaurada y otra semiderruida desde sus tiempos, lo que escudriñan ahora es una franja de litoral en la que cualquiera encuentra lo que busca. / D. C.

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